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Analítica en el tiempo
Psiquiatría y Homeopatía
Fernando Rízquez
«La medicina es el arte de curar».
Esta expresión no es un simple resumen universalista, sino el resultado preciso de la colisión entre la filosofía y la medicina a partir de la segunda mitad del siglo V a.C. dentro de la cristalización de la cultura griega bajo la denominación de Paideia. La Paideia griega, es una síntesis genial de una cultura que tiene como centro al hombre como persona, es decir, en tanto a ser diferente de las cosas.
Werner Jaeger, nos resume los dos aspectos de la Paideia. Al describirnos que este ideal está destinado al hombre libre, excluye por tanto a esclavos y a bárbaros, y los fundamentos de su enseñanza reposan, desde el punto de vista práctico, por una parte en la Gimnasia, y por otra, en la Medicina, integrándose ambas en lo que veinticuatro siglos más tarde vamos a considerar como uno de los más preciados ideales de la OMS (Organización Mundial de la Salud): la Higiene y la Prevención, que forman parte esencial de la preocupación por la salud pública de las naciones. La diferencia estriba, a mi modo de ver, en que la Gimnasia y la Medicina griegas, son individuales y están íntimamente conectadas con la manera de estar el hombre en el mundo; mientras que la Higiene y la Salud Pública actual son el envés forzado por el haz de la hoja histórica de los abusos ecológicos, dietéticos y sociales del hombre occidental.
Retornando al principio, podemos determinar con facilidad que el pensamiento jónico (Notal) convierte a la medicina griega en un «Arte consciente y metódico bajo la acción de la filosofía jónica de la naturaleza, y la consciencia de este hecho no debe en modo alguno oscurecerse por la actitud marcadamente antifilosófica de la escuela de Hipócrates, en cuyas obras encontramos plasmada por vez primera la medicina griega. La medicina jamás habría llegado a convertirse en una ciencia sin las indagaciones de los primeros filósofos jónicos de la naturaleza, que buscaban una explicación natural de todos los fenómenos, sin su tendencia a reducir todo efecto a una causa y a descubrir en la relación causa-efecto la existencia de un orden general y necesario; sin su fe inquebrantable en llegar a encontrar la clave de todos los misterios del mundo mediante la observación imparcial de las cosas y la fuerza del conocimiento racional».
Si a esto añadimos el concepto de «Isomoiria», o sea, la idea de la proporcionalidad de los elementos fundamentales del organismo y la naturaleza como el estado sano y normal, comprenderemos que de esta colisión se enriquece tanto la filosofía como la medicina y produce, entonces, los efectos que se traducer no sólo en la observación empírica de los hechos que ocurren en la enfermedad como desequilibrio, sino que el concepto de physis como naturaleza tiende a complementarse de manera obligatoria con el concepto de psyke que era, hasta ese instante, el terreno privado del filósofo.
El médico en su intención de curar se convierte en un observador empírico de los hechos que emergen de la desarmonía; y se interesa con igual diligencia por analizar las regiones, las aguas, los vientos, así como las variaciones individuales que acompañan a los cambios etáreos y dietéticos, comunicando entonces al gimnasta los más claros límites para el aprovechamiento del movimiento, para recobrar el equilibrio perdido o mantener su isomoiria entre la naturaleza del hombre y la physis que le entorna.
Claramente surge aquí la complementariedad mente-cuerpo, con todos los problemas de la evidente presencia de lo psíquico como diferente a lo físico, pero ambos enactados en la vida del hombre. El abordaje racional de ambas cosas, siguiendo esta filosofía de la naturaleza, va a comenzar a resolverse, tanto desde el punto de vista teórico como del práctico, con la idea del Estímulo.
El empirismo del siglo XVIII no es sino una anémica resurrección de estos descubrimientos médicos basados en la filosofía jónica de la Naturaleza.
Lo natural, como queda expresado en los Diálogos Platónicos, tiene su virtud, «arete» y «las naturalezas de las cosas no han tenido ningún maestro» (opus cit.p. 813), de donde «el arte del médico es eliminar lo que causa dolor y en sanar al hombre alejando lo que le hace sufrir. La Naturaleza puede lograr esto por sí misma. Si se sufre de estar sentado, no hay más que levantarse, si se sufre de moverse, basta con echarse a descansar. Como en estos casos, la Naturaleza lleva en sí misma muchas otras cosas del arte médico» (opus cit. p. 812). Y como obviamente la «arete» (virtud), es la precisión en la simetría de las partes o de las fuerzas, se constituye para los médicos en la norma: el estado ideal.
La racionalidad médica va a seguir hasta nuestros días los principios del razonamiento que asimilamos a categorías o leyes del pensamiento que podemos definir como:
1. Principio de Identidad:
A es a
2. Principio de Contradicción:
a es a
a no es a, mejor dicho: a no es (no a), es decir uno sólo es verdadero.
3. Principio del tercero excluido:
a es b ó a no es b
dos juicios contradictorios no pueden ser falsos simultaneamente.
4. Principio de la Razón suficiente:
Leibnitz no diferenció entre Principio y Causa, por eso Schopenhauer explicó que la causa es la cosa en nexo con la cosa en sucesión temporal y planteó un problema absurdo: ¿Por qué razón todo tiene su razón?.
Como vimos más arriba, para el griego, la razón de la naturaleza está en la misma naturaleza y por tanto, lo inconsciente es a la naturaleza lo que la razón es a la naturaleza del hombre. No en vano los descubrimientos de Freud se inclinan respetuosos ante la importancia del inconsciente dinámico como la uútima ratio regis de la cultura humana. Pero para el médico, cuya intención precisa es curar, el concepto de categoría (que es todo cuanto puede afirmarse de una cosa) sigue siendo crucial.
Las categorías aristotélicas son dos:
1. Substancia: lo que existe en sí y por sí.
2. Accidente: el atributo o predicado.
Así podemos decir, que la substancia retiene su misterio en sí misma, y el accidente, o la forma de esa substancia, varía en 9 categorías observables para el médico empírico y racional.
1. Cantidad
2. Relación
3. Cualidad
4. Acción
5. Pasión
6. Tiempo
7. Lugar
8. Situación
9. Hábito
Todas ellas, mezcla de physis y psyke con una teleología común a la intención de la Naturaleza y un azar que interviene, en el curso de la expresión, tanto de lo individual como de lo colectivo.
Si el médico precisa su acción en la techné (técnica), como el hacer las cosas bien y almacenar sus observaciones en eidos o tipos que permitan hacer uso fácil de su experiencia clínica, termina por obligarse a un lenguaje propio y el lenguaje médico tiene como esencia indiscutible el concepto de adecuación.
El movimiento, la dicta y la prescripción tienen que adecuarse para reconstituir la isomoiria, el equilibrio individual armónico con el equilibrio de la Naturaleza que rodea al sujeto.
No en vano vemos que, en el transcurso de la historia, el médico con verdadera intención de curar, ejercita una influencia cultural al educar a la familia y a la sociedad en la comprensión de los principios inviolables de la Naturaleza.
En el caso de la homeopatía, lo que yace bajo el concepto de Fuerza Vital, es la antigua sabiduria de la physis, es la areté (virtud) de la armonía como consecuencia de la simetría de las dinamias correlacionantes de la vida misma.
El verdadero homeópata ayuda discretamente a la Naturaleza cuando descubre, aplica y respeta la Ley de la Semejanza que está descrita en el Corpus Hipocraticum; pero no por eso ignora o desdeña el principio opuesto de Contraria Contraribus Curentur, porque este principio también funciona en la dialéctica de la Naturaleza.
El verdadero homeópata asume, como un empírico asclepíade del siglo V a.C., que el estímulo tiene tanto de respuesta psicológica como de respuesta física, lo cual es obvio dentro de cualquier campo de la medicina. Pero también reconoce que el estímulo puede provenir de lo psíquico con tanta fuerza como el estímulo que proviene de lo físico.
El buen diagnóstico no consiste en discutir hipótesis más o menos especulativas sobre abstracciones de las cosas, sino en precisar en las categorías de los atributos y las formas, una estructura identificable con un proceso terapéutico específico, el cual tiene que comprender tanto los datos del fenómeno, que se descubren mediante el abordaje experimental, incluyendo lo que hoy llamamos exámenes complementarios, como las sutiles expresiones del sufrimiento, que sólo se ponen de manifiesto en la reflexión sobre el diálogo directo con el paciente.
Hablar de psiquiatría y homeopatía es una generalización que tiende a perdernos en especulaciones teóricas, que si bien son atractivas y apasionantes, no por eso son menos imprácticas y distrayentes.
Creo que es mejor, reviviendo el espíritu jónico, hablar de los hechos de la relación médico-paciente que enfaticen la intención de curar.
Ya hemos visto cómo al hablar de la naturaleza, tanto los elementos sintácticos como semánticos del lenguaje necesari amente se cristalizan , con harta frecuencia, en metáforas que usan elementos de la physis para describir la psyké y viceversa. A1 decir, por ejemplo, que pensar es para el hombre el paseo del alma; o por el contrario, al representar los hechos mentales como un artilugio mecánico: el corazón es una bomba aspirante-impelenta que alimenta al cerebro, clave de los sueños, lo que hacemos es fabricar una urdimbre explicativa con fenómenos substancialmente diferentes. Tenemos, entonces, que mantener como médicos nuestra intención curativa por encima de la condición curiosa del investigador filosófico.
La craxis, o mezcla de los elementos observables, si se guía por la praxis clínica, nos permite darle la espalda a la filosofía, como lo hizo Hipócrates, y conservar la idea central de lo inconsciente como la esencia de la Naturaleza y lo racional como la expresión más particular de la consciencia del hombre.
Es obvio concluir, entonces, que la aplicación terapéutica más racional es la que considera a la acción médica como una ayuda a la acción de la Naturaleza.
Seamos todavía más prácticos y analicemos el concepto de Psiquiatría y sus lenguajes en función de un análisis doxográfico.
Entendemos por Doxografía, una elucubración metodológica que se base en concretar los límites precisos de un concepto paradigmático en un sistema y analizar quien lo expresó, con que intención lo describió, en que lenguaje lo enunció, en que entorno geo-político se cristalizó, con que otros conceptos se conecta tanto en su formulación como en sus resultados inmediatos y que influencia ejerce sobre conceptos posteriores.
Siguiendo esta metodología doxográfica no nos podemos distraer aseverando, por ejemplo, que Demócrito representa al materialismo, Platón al idealismo y Aristóteles al realismo. Porque si bien estos postulados nos sirven para emendear muchos desarrollos posteriores, nos pueden apartar indebidamente del concepto jónico crucial para el desenvolvimiento del arte de curar. Es decir, el estudio de la Naturaleza como un todo teleológico, dentro de cuyo conjunto el hombre es otro conjunto complejo que sigue las mismas leyes. Ni siquiera el descubrimiento genial de Freud sobre el inconsciente dinámico en la mente del hombre, se aparta de la armonía finalista de lo natural, sino que constituye otra vía de reafirmación del arte de curar.
Aquí se establece una diferencia fundamental entre la realidad del fisiólogo interesado en el cómo y el porqué del fenómeno y el médico, quien amplia su horizonte con los conocimientos del fisiólogo pero que va más allá al preguntarse el ¿para qué? del fenómeno morboso.
Específicamente, la psiquiatría del siglo XX tiene tres raíces que conducen a tres lenguajes diferentes:
1. La psiquiatría clásica que se deriva de la psicología clásica.
2. La psiquiatría reflexológica que se origina de la reflexología y sus derivaciones, tales como el condicionamiento operante, el conductismo, la teoría del aprendizaje, la teoría de la comunicación con la psicolingüística, la inteligencia artificial con sus robots computarizados, la psicología cognitiva, así como las teorías modificadoras del estudio estímulo-respuesta como la Gestalt con su énfasis operativo sobre la forma.
3. La psiquiatria dinámica, que se deriva del psicoanálisis con su énfasis en el Yo (Freud); en el Superyo (Adler); y en el Ello (Jung). Con sus distintos desarrollos que envuelven el renacimiento existencial de la psicología humanística (Rollo May). Y las reducciones pragmáticas como la Teoría de los Grupos (Slavson), el Psicodrama (Levy Moreno), la Psiquiatría Familiar (Ackerman), la Psiquiatría Comunitaria, hasta el Análisis Transaccional (Eric Berne) y las exageradas reacciones de la Antipsiquiatría (Laing y Cooper).
La psicología clásica construye un aparato que tiene por centro la mente dividida en tres secciones: afecto, intelecto y voluntad. En su centro está la imaginación.
A su alrededor se encuentra la atención, dividida en espontánea y voluntaria, y la orientación, dividida en espacio, tiempo y persona. Hacia atrás en el tiempo, la memoria, hacia adelante en el futuro: la intuición.
Rodeando todo esto se encuentra el límite entre el Yo, que está adentro produciendo la consciencia, y el no Yo, que está afuera de la piel del sujeto estimulando el aparato psíquico.
Y por último, para comunicar el adentro con el afuera, está el puente de la sensopercepción con sus siete sentidos que son: vista, oído, olfato, gusto, tacto, cinestesia y cenestesia.
Este aparato hace que el Yo, conectado con el adentro y con el afuera, genere la consciencia, que es como un disco tornasolado que gira cambiando de aspecto constantemente.
La psiquiatría clásica se ocupa de estudiar las anormalidades de cada una de esas partes; las compara, las califica, las tipifica y las clasifica por semejanzas y diferencias con la normalidad, cuyo concepto es estadístico.
Todos estos datos constituyen el aporte psiquiátrico a la Historia Clínica Integral del paciente, que se define así:
Es el documento, preferentemente escrito, que contiene los datos clínicos de un paciente junto con los datos complementarios, el diagnóstico, el pronóstico, la terapéutica y la evolución de su enfermedad, descritos lo más objetivamente posible, para ser conocido por otro médico.
Este tipo de psicología mecanicista, permite al psiquiatra del siglo XIX pasar de alienista especulativo, cuidador de anormalidades sociales, a clínico de enfermos mentales con anomalías señeras e irrepetibles que tienen que ser comparadas en formas a veces violentas, para dar cabida a la posibilidad racional de calificar, tipificar y clasificar los signos y los síntomas en desdibujadas categorías morbosas cuyo fundamento es más nosográfico y nosognómico que nosológico.
Nosología es la noción vulgar o conocimiento directo. Nosografía es la descripción de la enfermedad. Nosognomía es el catálogo de las denominaciones. Raíz y sufrimiento de los esfuerzos de la Asociación Psiquiátrica norteamericana, plasmados en la serie alternante de los DSM I, II, III, IIIR, IV, (Diagnostic Statistical Manual). Manuales diagnósticos basados en estadísticas porcentuales sobre la acumulación de datos clínicos individuales con sus correspondientes antinomias metodológicas y conceptuales. En una palabra: la doctrina dualista mecanicista con un nuevo ropaje.
El resultado concreto es la Torre de Babel de las clasificaciones psiquiátricas que invaden primero, a los hospitales mentales de siglo XX, segundo, a los hospitales de veteranos de ambas guerras, para terminar injertándose, de manera francamente incómoda, en los campos de la Cirugía y la Medicina Interna bajo el nombre de afecciones mentales que acompañan y suceden a las terapias somáticas. Así como incursiones extrañas en la medicina forense y hasta en la jurisprudencia de hechos individuales con obvia repercusión social, como el derecho al aborto y las gradaciones de responsabilidad en homicidios y felonías.
El problema radica en que el psiquiatra clásico necesita de la división forzada entre lo normal y lo anormal en la naturaleza del hombre y presume que la generación de generalizaciones estadísticas, base de toda clasificación de las enfermedades, por ser una sistematización de la craxis defectuosa de lo psíquico, puede pasarse sin considerar la idiosincrasia, es decir, la particularidad inmiscible de la originalidad irrepetible de la naturaleza humana individual.
Tratar de aplicar estas denominaciones exige otra reducción al campo de lo fisiológico. Y así vemos cómo el desarrollo de la terapia psiquiátrica en el último siglo, varia del uso de la fisioterapia, desde sus formas más burdas, como por ejemplo la contención mecánica, las sillas giratorias para producir vertigos, el uso del magnetismo para alterar las condiciones de la máquina, con su gran derivada que es la hipnósis, hasta el empleo, siempre desesperado, pero muchísimas veces necesario del shock provocado por la electricidad aplicada directamente a toda la mesa encefálica.
Posteriormente, la quimioterapia vuelve a resucitar con fuerza en el uso de los antiquísimos opiáceos y sedantes vegetales, progresando con los ansiolíticos sintéticos como los barbitúricos y con el uso de hormonas naturales como la insulina, para terminar con la instalación de los psicofármacos en la segunda mitad del siglo XX.
Pero la aplicación de todos estos procedimientos ha tenido que hacerse escogiendo de cada conjunto abstracto, de cada enfermedad, síntomas o signos más simples que puedan entrar como variables operantes en la simplificación de experimentos de laboratorio con animales o de observaciones clínicas con hombres. Así por ejemplo, se acepta y se enseña que hay medicamentos antidepresivos, ansiolíticos, euforizantes, depresores y antialucinatorios, que contribuyen a mejorar cualesquiera de las estructuras de la psicología clásica, como por ejemplo la inteligencia, la memoria, la atención, la orientación, la sensopercepción y la voluntad, ya que los mencionados más arriba pertenecen a la estructura de la afectividad.
Todo el frenético desarrollo de la investigación farmacológica actual, en el campo de la psiquiatría, reune estas mismas características. Porque si bien es más complicado hablar de inhibidores de la monoaminooxidasa (IMAO) de interceptores de los canales de calcio, o de aumento de la dilución de serotonina en el líquido cefaloraquideo, o de alteración de la velocidad de las conexiones sinápticas; sin embargo, sodas estas complicaciones fisicoquímicas reposan sobre la urdimbre mecanicista de la explicación de normalidades y anormalidades producidas por los efectos asociativos o disociativos de los segmentos del mecano.
Un homeópata no puede comenzar siquiera a pensar en estos términos sin dejar de serlo. Porque de lo contrario caeríamos en el absurdo de prescribir pulsatilla para la depresión con llanto, sepia para la depresión con rabia, aurum para la depresión suicida, etc, etc. Con lo cual haríamos estadísticas más o menos acertadas dentro de las leyes del azar y la probabilidad, y llegaríamos a conclusiones nominalistas y erradas que substituirían nombre por nombre: en vez de un diazepóxido inedible en microgramos que penetra la barrera hematoencefálica, aplicaríamos un medicamento imponderable, por lo diluido, sin comprender las diferencias esenciales de ambos procedimientos.
La segunda psiquiatría que hemos descrito como emergente de la reflexología y sus derivaciones, se aleja también de la Filosofía de la Naturaleza, que consideramos como la base del arte de curar. Puesto que va evolucionando desde un primer sistema de señales que propugna la pasividad del individuo ante el medio, (interpretación errada del realismo aristotélico), hasta concentrarse en los más avanzados descubrimientos de la psicología cognitiva, que van más allá del énfasis sobre el Estímulo en la reflexología, o del énfasis sobre la Respuesta en el conductismo y la teoría del aprendizaje, para concentrarse en la Operación que interviene entre el Estímulo (causa) y la Respuesta (efecto). Pero volvemos a lo mismo, lo operativo es una nueva forma de encarar lo asociativo y se aparta de la consideración teleológica de los fenómenos naturales.
El psiquiatra cognitivo se contenta con hallar explicaciones más o menos válidas a la pregunta: ¿Cómo opera la mente? O la pregunta ¿Cómo opera la mente en el cuerpo? A veces se pregunta: ¿Por qué un estímulo actua de manera diferente? Es decir, educe otra respuesta. Pero jamás se plantea ¿Para qué se llevan a cabo estas operaciones?
Es como llegar casi a saber todos los fenómenos que se suceden entre dos teléfonos y todos los pormenores de las palabras que van y vienen y de las operaciones sintácticas, necesariamente incluidas, sin meditar sobre el contenido de la conversación, ni de las circunstancias que la crearon, ni de la intención semántica que las guía.
Por eso ha dicho el Dr. Jose Luis Vethencourt que ciertos alumnos de escuelas psicoanalíticas psicolingüísticas guindan en palabras, adjudicadas a emisores y receptores, conversaciones perfectamentes vacías. Algo así como si la enorme dificultad que el observador tiene al estudiar la exultante enjundia de factores envueltos en la comunicación humana, le concediera derecho a darle más importancia a su esfuerzo analítico que a la intención subyacente de los miembros del diálogo, abuyentando así toda posibilidad de vivencia individual. (Entendiendo por vivencia lo que Diltey especificó con fuerza: una experiencia cargada de emoción). Y añadimos nosotros con Franz Von Brentano, un acto psicológico sin intención personal queda como una cascara vacía de todo sentido.
El homeópata que pretenda usar medicamentos para aumentar la asertividad de una secretaria, o para levantarle la moral a un soldado en campaña, o para clarificar la secuencia sintáctica de una comunicación telefónica, o para poner orden de prioridades en la secuencia de un discurso político, tendrá que dejar de ser homeópata.
Cuando yo veo cómo ciertos psiquiatras cognitivos emplean la relajación de Schultz para reducir la resistencia de los cancerosos a las coercitivas terapias que les permiten sobrevivir a veces hasta 2 6 3 años, pienso cuan alejados estan esos terapeutas del respeto hacia lo que hasta hoy en día prevalece en la medicina científica bajo el nombre de «Historia Natural de la Enfermedad», que no es sino un reflejo de la vieja filosofía de la naturaleza sobre el eterno curso del arte de curar.
Esas son las tristes consecuencias de mantenerse contestando los complicados retos de los ¿cómos? y los ¿por qués? sin considerar reflexivamente los ¿para qués? que subyacen evidentes bajo las ondas de la desarmonía, como resultado de las múltiples expresiones del sufrimiento humano, que los médicos llamamos Enfermedades».
La tercera raíz del pensamiento psiquiátrico se basa en los tres descubrimientos y las dos invenciones, más revolucionarias y operativas respectivamente, de Freud.
Los tres descubrimientos fueron, en mi criterio:
I. El Inconsciente Dinámico.
II. E1 Complejo de Edipo.
III. La Transferencia.
Las dos invenciones fueron:
1. La teoría topológica: consciente, preconsciente, inconsciente.
2. La teoría estructural: Superyo, Ego, Ello.
La diferencia entre descubrir, cuyo resultado es el descubrimiento, e inventar, cuyo resultado es la invención, consiste en que se descubre lo que ya existe y se inventa lo que antes no existía.
I. El Inconsciente Dinámico.
Es una realidad concebida en términos energéticos que influye en el desarrollo, uso y alteración de los fenómenos racionales de la consciencia. Su presencia se demuestra por tres caminos reales, transitables por el clínico y refrendables por el fisiólogo y el patólogo que son:
a) Los ensueños.
Elementos alucinatorios y simbólicos enmarcados temporalmente dentro del REM de cada ciclo onírico y cuya interpretación establece, para el año de 1900, el canon de la revolución científica más grande del siglo XX, enunciada bajo el epíteto: «La interpretación de los sueños». Libro de referencia obligatorio para todo médico, que devela parte del misterio de la naturaleza de la mente del hombre, haciendo posible interpretar en una metáfora musical la realidad de hechos tan incontrovertibles como complejos. Creo que el inconsciente dinámico en el hombre es el contrapunto de la melodía universal, de las fuerzas de la vida emergiendo dialécticamente de la entropía natural.
Esta demostrado que la interrupción de la catarsis onírica es un factor de desequilibrio mental. E1 hombre impedido de sonar alucina en la vigilia, lo cual hizo exclamar a un psiquiatra como Bleuler: «los equizofrénicos hacen de día lo que los normales hacen de noche: soñar».
El verdadero médico, desde los tiempos de Hipócrates, admite la importancia de los sueños. Al hacer dormir a los pacientes en el templo de Cos, cercano al foso de las serpientes sagradas, símbolo de la sabiduría de la Naturaleza, y al interrogarle sobre sus contenidos, tiene la misma intención que un buen psicoanalista de hoy cuando escucha y ayuda a su paciente a interpretar esos contenidos, como una guía segura en el camino de la curación.
Reducir los símbolos onírieos a signos referidos unicamente a lo externo, es un error metodológico que se paga como una malversación de fondos. Por eso creo que el terapeuta debe acompañar al paciente para que oiga sus propios sueños interviniendo lo menos posible con sus propias asociaciones, para que se de en el el Kairós, (momento en el cual la enfermedad va hacia la crisis o hacia la lisis), una conjunción de principios arquetipales, arqué, que eduzca la areté (virtud), del inconsciente del paciente, tamizado por el relato de sus sueños. Este relato siempre es una reconversión consciente de las imágenes oníricas filtradas por amnesias creadas por resistencias culturales, que es lo que Freud determinó como represiones y negaciones.
El caudal de información que genera el uso prudente de la simbología onírica es de tanta importancia en psicoterapia como en la diagnósis del genio del medicamento. Un homeópata capaz de usar los dos lenguajes sin caer ni en especulaciones filosóficas, ni en misticismos teleológicos a lo Swedenborg sino manteniendose dentro de la praxis clínica con su interpretación real de los hechos puede, casi simultaneamente, usar la catársis psicoterapéutica en contrapunto con el efecto medicamentoso.
Un medicamento, correctamente prescrito, siempre produce sueños tan recordables como significativos; y la reflexión sobre una sesión psicoterapéutica arroja luces precisas sobre la figura del medicamento, que está en ese instante, definiendo la vía terapéutica más util para resolver el cuadro clínico presente, en ese momento del decurso de la desarmonía.
La instrumentación de estas cosas depende más de la comprensión total del hombre enfermo que de las desviaciones que ocurren cuando se le da más importancia a los factores somáticos concurrentes que a los factores simbólicos ductores.
Es así como Hering formula sus leyes de curación. La curación se efectúa:
– de arriba a abajo
– de dentro a afuera
– de lo actual hacia lo pasado.
Es decir, ratifica la necesidad de considerar el síntoma mental como prioritario, porque su simbología tiende a abarcar todo el proceso de manera vectorial y por tanto indicadora. Pero esto no se debe interpretar como un desdeñoso desprecio a los síntomas somáticos que, en algunos casos, son los únicos asideros de la orientación diagnóstica y que muchas veces constituyen un sistema de alarma de la crisis, sin cuya inmediata eliminación puede sobrevenir la muerte.
Cuales quiera que sea el sistema que el homeópata emplee para descubrir el medicamento que se identifique perfectamente con los datos de la idiosincracia del paciente, su obligación es prescribir, pensando primero en no hacer daño y segundo, en darle más importancia a los signos y síntomas que representen un peligro inmediato para la vida, los cuales no pueden esperar a una prescripción como la que está indicada en la fase crónica de la enfermedad.
Así mismo, creo que evsos ascos excesivos en el uso de procedimientos que implican el contraria contraribus curentur deben ser eliminados de la mente del médico tratante en beneficio de su verdadera función, que no es dar explicaciones más o menos brillantes de lo que pasa o pudo pasar o pasará; sino de aplicarse con energía a ayudar de cualquier manera a la fuerza vital estimándola como el eje esencial de la cura.
b) De las alucinaciones a los estados supranormales.
Freud descubrió, también, un abanico heurístico que va desde las manifestaciones alucinatorias delirantes e ilusas de los pacientes mentales, pasando por las aperturas imaginativas de la invención y el descubrimiento, hasta llegar a las regiones artísticas de la inspiración de poetas, músicos, pintores y escultores, hasta terminar en las regiones parapsicológicas de la supraconsciencia de los chamanes, el éxtasis de los virtuosos, el arrebato de los demoníacos, las levitaciones de los Santos y los milagros descritos y testificados por todos los movimientos religiosos. Todos estos fenómenos constituyen otra demostración de la palpable realidad de los fenómenos del inconsciente dinámico. Y su aplicación depende de la paideia (cultura médica) y su praxis clínica.
c) La Fantasía.
Es el tercer camino real para demostrar la existencia del inconsciente dinámico de Freud. Lo constituye el caleidoscópico movimiento de la fantasías de la vigilia en hombres y mujeres de toda edad y condición.
La palabra fantasía significa originalmente la presentación de imágenes y la palabra fantasía significa aparición. Ambas acepciones etimológicas se reunen alrededor de una semántica que nos señala a la fuente de la imaginación, mencionada por la psicología clásica; pero en la concepción psicoanalítica, la imaginación es el origen de la irrupción de imágenes y se explica como el paso del material inconsciente a la consciencia.
La fantasía no viene de afuera sino de adentro. No es una reproducción de objetos, sino una transformación de productos no conscientes que afloran a la realidad psíquica del sujeto para ser apercibidas como presentación de una realidad interior indiscutible o como apariciones fantasmagóricas de gran fuerza disruptive.
Todo estudiante sabe que su concentración en la lectura de un tema arduo, tedioso, árido o difícil, se ve interrumpida por las fantasías más variadas y tiene que realizar un particular esfuerzo de voluntad para mantener su atención enfocada en el tema, ya que se le escapa espontáneamente hacia las fantasmagórias de la veleidosa fantasía.
Muchas veces el rector «vuelve a su lectura» desde el campo sutil pero imperioso de la fantasía, que tiene una extraña semejanza con el ensueño y por eso los franceses lo llaman «reverie» y los españoles ensoñación.
Otros ejemplos más claros de la fantasía los tenemos en los momentos que ejecutamos actividades habituales que linden con las rutinas de la vida diaria, siendo la fantasía tan poderosa como para interrumpirlas. La interrupción de la tarea rutinaria devela rápidamente el carácter de la fantasía y el sujeto se da cuenta que «está pensando en otra cosa».
Muchas veces observamos a conductores de automóviles hablando animadamente en voz alta sin ninguna compañía que les escuche. Un sujeto se encuentra detenido en el acto de abrocharse el tercer botón de la camisa, mientras mire al vacío de la ventana, sólo para darse cuenta después, que una secuencia fantástica de hechos interiores se le han impuesto por largo rato.
El estudio de la fantasía permite comprender muchos fenómenos, unos útiles y otros incómodos, pero todos sometidos al arbitrio de las incesantes fantasías de la vigilia de sanos y de enfermos.
Los errores de la vida cotidiana, los «lapsus calami » los «lapsus lingue», las interrupciones momentaneas del hilo de la conversación, los gestos que revelan la ausencia temporal de la atención al entorno, los olvidos sorpresivos y toda esa gama de fenómenos, nos hacen reconocer: «me quedé pensando en otra cosa» o cubrir la fantasía bajo el manto discreto de un disimulo, porque muchas fantasías pertenecen a deseos y apetencias no siempre compartibles o exhibibles.
El gran matemático Poincaré decía que la gente común piensa realmente hasta tres minutos cada día y los genios hasta 15 minutos en las 24 horas. Pero debo añadir que el tiempo restante se va en dormir 8 horas, comer 4 horas, asearse 4 horas y trabajar 8 horas.
Pero el mayor tiempo de la vigilia está ocupado por la fantasía que todo lo permea, lo interrumpe o lo altera.
El insconsciente dinámico domina a la consciencia con la húmeda constancia de la fantasía.
El médico cultivado en estas realidades tiene en la fantasía un instrumento que le permite penetrar con extrema facilidad y sutileza en la esencia de la personalidad de su paciente.
Para un homeópata cuyo objetivo es establecer clara y definitivamente la similitud entre el genio medicamentoso y la esencia de la personalidad de su paciente, para el momento de la prescripción, la fantasía es una vía de certeza en el hallazgo.
Mencionemos solamente el ansia inextinguible de viajar que caracteriza a tuberculinum y las fantasías de desplazamiento que llenan la vigilia del paciente que se beneficia con este medicamento.
El estudio sistemático de las fantasías de nuestros pacientes, añadido al de sus alucinaciones o estados paranormales y a sus ensueños, nos acerca con mucha seguridad al enfoque diatésico que Hahnemann enmarcó con el nombre de «miasmas» en su genial aproximación a las enfermedades crónicas.
La ansiedad paralizante de la psora (mancha) la acumulación incesante de la sicosis (tumor) y la corrosiva destrucción de la sifilis (úlcera) se retratan con fuerza en las manifestaciones incoercibles del inconsciente dinámico de Freud.
II. El Complejo de Edipo
Con esta metáfora dramática, Freud señaló la tensión psicológica que ejerce la masculinidad para impulsar a la fase expulsiva de la maternidad en la formación de la individualidad.
Su discipulo Jung le sugirió, con éxito, la palabra «Complejo» que ahora forma parte del lenguaje occidental y que señala no sólo lo embrollado de sus conexiones, sino lo obscuro y distante de explicaciones mecanicistas o reductivas, significando una aceptación de complejidad que el observador de estas realidades sólo puede reconocer por imágenes de relación y comprenderlas parcialmente.
Hemos escrito en otra parte4 que, así como la feminidad es la continencia tanto en la physis como en la psyké, la maternidad se puede comprender bajo la luz de una alternancia de dos funciones complementarias que son: la continencia y la expulsión en secuencias repetitivas en forma de ciclos rítmicos.
La continencia, representada en este caso por la mujer embarazada, da paso a la expulsión, representada por el parto. Otto Rank, discípulo de Freud, llamó al acto de parir «trauma de nacimiento» refiriéndose, creo yo, más al producto que a la madre.
Risquez, Fernando. «Aproximación a la Feminidad». Monte Avila Editores. Caracas,1983.
A partir de ese momento aparece la líbido infantil como separada de la líbido maternal (entendiendo por líbido la fuerza de lo psíquico) y los avatares instintivos del niño o de la niña, van a seguir la continuidad natural descrita por Freud en la secuencia oral, anal y fálica.
Durante este largo proceso de transformaciones la madre va a oscilar entre continencia y expulsión, y la masculinidad penetrante del padre va a reforzar la onda expulsiva a base de irrupciones desagradables pare el niño o la niña, quien las codifica dentro de lo negativo y reacciona con rechazo hacia el padre.
Todo este juego pendular varía en intensidades dependiendo de la complementación psicológica de los padres o de su incompatibilidad. Pero la base fisiológica del complejo de Edipo se corresponde con su base psicológica en el logro del objetivo común: la búsqueda final de la reproducción de la vida es la obtención de individuos capaces de vida independiente.
Vemos entonces cómo el proceso de esta individuación es un «continuum» que hace su epifanía con el trauma del nacimiento, pero que llega a su momento más dramático en la etapa fálica con las manifestaciones del Complejo de Edipo.
Comprendemos así que la ubicación del proceso más temprano ó más tarde en la vida del niño es un problema operativo que no altera la esencia del descubrimiento.
Tampoco dañan a este aporte freudiano las aparentes contradicciones de usos y costumbres de pueblos remotos ó primitivos, porque lo que Freud descubrió, no fue una costumbre occidental, sino la fenomenología que expresa la fase expulsiva de la maternidad en su conexión insita con la masculinidad complementaria.
Desde el punto de vista clínico, el juego psicológico individual se percibe como una progresión de complejidad que va de la seguridad de la especie hacia la libertad de la exploración de nuevos terrenos habitables por ella.
En el sujeto, estos vaivenes se vivencian pendularmente entre la sensación de inhibición, que produce desde la timidez hasta miedo en el campo conceptual de la prudencia; y la sensación de exultante curiosidad exploratoria , que produce desde agresividad hasta hostilidad en el campo conceptual del riesgo.
Para el psiquiatra, la aplicación práctica de la realidad edípica le aporta ricos vislumbres que separan las manifestaciones que dependen de rasgos temperamentales heredados, de los rasgos caracteriales adquiridos en las dinámicas variables de las diversas soluciones al drama universal de este complejo.
Todos los hallazgos de la psicoterapia tocan necesariamente estos tópicos tan enrevesados como determinantes.
Para el homeópata experimentado el Complejo de Edipo y su significación dinámica bien aplicada, puede inclinar la balanza en la búsqueda de la verdadera similitud o en la seguridad de la correcta prescripción.
III. La Transferencia
Es el tercer descubrimiento de Freud que podemos definir como la proyección de afectos en personajes de la vida adulta de un sujeto, que representan mímicamente y sin que el sujeto se de cuenta, a personajes parecidos de su infancia que han tenido jurisdicción sobre sus reacciones temperamentales y sobre la determinación de los rasgos de su carácter.
Aquí el homeópata experimentado, haciendo uso de la transferencia, puede ver con claridad cómo la relación médico-paciente se facilita o se dificulta, entre un médico que está pasando por un medicamento determinado y su visión de un paciente que está pasando por una crisis del mismo medicamento, de un medicamento afín o de un medicamento que, en la experimentación pura, anula los efectos del medicamento que corresponde en ese momento al médico.
Esto puede corresponder al lenguaje transferencial en psicoterapia. Así como se han escrito miles de páginas sobre la transferencia del paciente hacia su médico y la contratransferencia del médico hacia su paciente, podrían también los homeópatas admitir que un médico que este de phosphorus no pueda distinguir fácilmente a un paciente que esté de causticum. O que la envidia y dominio miasmático-sifilítico de un médico mercurial interprete la temerosa pero bombástica defensa de un paciente Iycopodium con el destructivo desprecio y la superioridad delirante de un medicamento como platina. La prescripción puede, a veces, ser una colisión entre el medicamento del médico y el medicamento del paciente con efectos iatropatogénicos evidentes.
Considero, siguiendo a mi maestro Carlos Gustavo Jung, que una de las soluciones a este problema es hacer ver al paciente por otro médico y realizar, en juntas médicas, reflexiones prudentes sobre estas posibilidades omnipresentes en la práctica médica rutinaria.
Hasta aquí hemos hablado de los tres descubrimientos de Freud, pasemos ahora a referirnos de un poco de sus dos invenciones más famosas.
1. La teoría topológica, que considera la mente en tres planos de acción energética: El plano consciente, el plano pre-consciente y el plano inconsciente.
2. La teoría estructural, que diagrama un aparato psíquico compuesto por el Ego, conectado con el Super-Yo por una parte, y con el Ello por la otra.
La teoría topológica aparece en el pensamiento de Freud como un intento de explicación de la interacción entre la consciencia y las fuerzas del inconsciente dinámico que actuan sobre ellas, de tal manera que le era necesario, con carácter explicativo, buscar una fórmula diagramática de esta misteriosa percepción, tanto de lo censorial como de lo racional, afectivo o voluntario en la vigilia del hombre, como sus reacciones ante las bien demostradas interferencias de los impulsos inconscientes que provocaban acciones particulares que Freud llamó: mecanismos de defensa.
Freud, Sigmund. «La interpretación de los Sueños» (1900). VII. Sobre la psicología de los procesos oníricos B. La regresión. pp 527-542. Obras Completas. Tomo V, Amorrortu Editores. Buenos Aires, 1979.
Uno de los primeros mecanismos de defensa descritos por Freud fue la represión, como una defensa más «normal» que, en llegando a extremos, se convierte en otro mecanismo de aparición menos normal que es la negación.
El resultado de la represión sería la desaparición en el campo de la consciencia de estímulos o respuestas desagradables. Pero el hecho es que, mediante asociaciones provocadas en las catarsis emocionales de los pacientes, Freud veía que estos mecanismos eran reversibles y por lo tanto podían reaparecer en la consciencia percepciones o memorias que habían sido rechazadas con anterioridad.
Por otra parte, el mecanismo de los sueños era, obviamente pare él, un traslado de la zona inconsciente hacia la zona consciente. Pero evidentemente este material onírico, no pasaba a la consciencia sin una especie de filtro, ese filtro que el llamó resistencia, refiriéndose a las bien intencionadas interpretaciones que él le daba a sus pacientes sobre fenómenos más o menos vergonzozos sin obtener una aceptación inmediata por parte de los pacientes, quienes se resistían, consciente o preferentemente inconscientemente, a recibirlas y a aceptarlas. Todo lo cual le indicó que debía haber una especie de sección de la mente que permitiera este paso hacia lo inconsciente o hacia la consciencia, según fuera la circunstancia. A esto lo llamó preconsciente y les insistió a sus discípulos que no usaran el termino subconsciente, precisamente para establecer diferencias entre aquello que siempre seguirá afín a la consciencia, sumergido en las negras profundidades de lo ilógico y aquello que podía ser objeto de intercambio entre estas obscuridades instintivas y las claridades del hombre consciente y racional.
La explicación de las resistencias por rechazos ante la confrotación de molestas realidades de la vida de sus pacientes le llevó también a formular la teoría traumática como base del desarrollo de hábitos y costumbres enfermizas.
Freud dice textualmente : «Llamamos represión (esfuerzo de desalojo) al estado en que ellas (se refiere a los procesos anímicos o representaciones psíquicas) se encontraban antes de que se las hiciera conscientes, y aseveramos que en el curso del trabajo psicoanalítico sentimos como resistencia la fuerza que produjo y mantuvo la represión. Por lo tanto es de la doctrina de la represión de donde extraemos nuestro concepto de inconsciente. Vemos pues que tenemos dos clases de inconsciente: lo latente, aunque susceptible de consciencia, y lo reprimido, que en sí y sin más es insusceptible de consciencia. Esta visión muestra de la dinámica psíquica no puede dejar de influir en materia de terminología y descripción. Llamamos preconsciente a lo latente, que es inconsciente sólo descriptivamente, no en el sentido dinámico, y limitamos el nombre inconsciente a lo reprimido inconsciente dinámicamente, de modo que ahora tenemos tres términos: consciente (cc), preconsciente (prcc) e inconsciente (icc), cuyo sentido ya no es puramente descriptivo».
Haciendo usos de metáforas de la physis como el «trauma», que en griego significa lesión que proviene de afuera, se refiere a psyké, sin pasar por alto, a los fenómenos igualmente lesionantes que provienen de adentro como son muchas imágenes arquetipales que perturban con igual fuerza a los contenidos de la consciencia, como por ejemplo, el Complejo de Edipo.
En este mismo orden de ideas concibió el termino de fijación para explicar la génesis de ciertas repeticiones incongruentes que alteran el curso de las manifestaciones de la 1íbido y perpetuan estadios orales, anales o fálicos en sus formas más primitivas.
El pensamiento de Freud en estos casos es tan mecanicista como el de Descartes al situar la «sede del alma» en la glándula pineal, pero su valor operativo es indiscutible para manejar los hechos clínicos que lo engendran.
Después de todo tenemos que reconocer en Freud al neurólogo del siglo XIX con inclinación hacia el positivismo de Comte buscando datos precisos en un mecano eléctrico que desarrolla movimientos propulsores y retropulsores en un medio supraestimulante, pero también debemos recalcar el valor heurístico de estas disposiciones.
Jung halló una veta impresionante en la mina del inconsciente dinámico de Freud al adentrarse en las imágenes tan universales como primitivas que recorren las tres zonas: consciente, preconsciente e inconsciente, presentando y escondiendo alternativamente pedazos distinguibles de lo que denominó Arquetipos del Inconsciente Colectivo y que, con sobrada razón, adscribió a la esencia de las manifestaciones de la paideia como su forjadora, tan importante como evanescente.
En resumen, el modelo topológico de la mente, nos indica la posibilidad de transformación dinámica de psyké, que da límites precisos entre sus zonas y mantiene nuestra atención más sobre la fluidez en los cambios interiores que en la rígida delimitación de las estructuras; nos hace meditar más en el sentido de la complejidad de Heráclito, que en la tendencia simplificante de Demócrito.
2. La teoria estructural.
Si las ideas de Freud tuvieron que padecer rechazos puritanos al principio debido a su atrevida incursión en el campo privado de la sexualidad decimonónica, la invención que alteró más la cultura occidental en el siglo XX fue la creación de los conceptos de Super-Yo y de Ello actuando sobre el antiquísimo concepto de Yo.
Ya hemos señalado que la manera de explicar Freud las estructuras dinámicas que veía en las observaciones clínicas de pacientes histéricos, obsesivos, melancó1icos y paranoides, era la de un científico racionalista, mecanicista que consideraba lo psicológico como un campo de energía que llamó 1íbido y que mantuvo siempre ligada a lo sexual. Esto fue mal interpretado como genitalidad prematura y chocante, con los consiguientes rechazos, hasta el punto de romper su amistad con Jung, porque este último se atrevió a considerar a la líbido como una fuerza psíquica más abarcante que la sometida a la dicotomía sexual con sus avatares instintivos.
Pero lo importante es mantenernos dentro del marco de referencia fitoplástico de Freud que señala inmadurez de semilla destinada a convertirse en madurez de fruto.
Aun así podemos aceptar que lo importante de la invención de Freud son las aplicaciones clínicas de las transformaciones del Yo en esta metáfora botánica de maduración.
En efecto, Freud parte del principio de la energía psíquica (líbido), como proveniente de la sumatoria algebraica de la oxigenación celular y las sucesivas asociaciones tisulares y orgánicas que somete en la sucesión de controles del sistema nervioso que parecen ir de los simples comandos periféricos a las intrincadas órdenes centrales.
Su pensamiento corre, en esas primeras instancias, paralelo al pensamiento de Pavlov, pero luego se separa porque la reflexología se conforma con demostrar fehacientemente los condicionamientos del primer sistema de señales, induciendo luego de manera insegura conclusiones sobre el segundo sistema de señales (la palabra); mientras que Freud considera que el Yo y el Ello forman un «reservorio inicial» de libido instintiva, que gracias al paso de imágenes al de palabras produce, no sólo la explicación de lo racional como una diferenciación entre la 1íbido y el mundo real, sino que permite investir al Yo con la 1íbido del Ello para aumentar su poder de control narcisístico primario y luego servir de puente entre el Ello y el Super-Yo de tal manera que las fuerzas ciegas y ambivalentes del Ello sirvan de investidura a las demandas socializantes y monopolares del SuperYo con el cual se identifica como Yo-ideal.
Como explica Freud más adelante:
«El ideal del Yo es, por lo tanto, la herencia del complejo de Edipo y, así, expresión de las más potentes mociones y los más importantes destinos libidinales del ello. Mediante su institución, el Yo se apodera del complejo de Edipo y simultáneamente, se somete, el mismo, al Ello. Mientras que el Yo es esencialmente representante del mundo exterior, de la realidad, el Super-Yo se le enfrenta como abogado del mundo interior, del Ello. Ahora estamos preparados para discernirlo: conflictos entre el Yo y el ideal espejarán, reflejarán, en último análisis, la oposición entre lo real y lo psíquico, el mundo exterior y el mundo interior».
Por supuesto que vemos ahora la necesidad operativa de nuevos conceptos como: el principio del placer (psyké), versus el principio de realidad (physic); las acumulaciones energéticas y sus descargas subsecuentes; la autoinvestidura yoica (narcisismo); la hetero-investidura primero al Super-Yo con puente al Ello y la hetero-investidura a los objetos (clave del contacto con la realidad y sus deformaciones). Y por último sumas genial des cripción dicotómica de la esencia yoica de lo psíquico: la pulsión de vida, (explicada desde el arquetipo de Eros hasta la metáfora física del anabolismo), y la pulsión de muerte, (explicada desde el arquetipo de Tanatos hasta la metáfora física del catabolismo).
Hay que admitir el enorme valor heurístico de esta invención estructural sin caer en la mezquindad de llamarle determinista o de acusarle de no explicar cosas como la asociación, el mecanismo de investidura de energía, el misterio de la relación yo-cuerpo, en la cual se apoya etc… porque estas cosas no han sido tampoco explicada ni por la psicología clásica, ni por la reflexología, ni por ninguna de la estupendas escuelas de psicología y psiquiatría que las siguieron.
En resumen ese aparato ingenioso se puede diagramar dinámicamente como el desarrollo de un Yo en la infinitud del Ello que genera por conflictos con el Ello y con la realidad exterior un ideal que llamamos SuperYo y que si, contagiados por los autores que nos preceden, empleamos un artificio metafórico tomado del mundo físico podemos diagramarlo así:
La consciencia es la línea que separa el agua, (aqua vitae), del inconsciente dinámico del aire, (pneuma), del espíritu del hombre.
Flota semisumergido un Yo en expansión con sus mecanismos de defensa, sumergidos, en el inconsciente, oscilando en una línea de flotación variable, que limita lo preconsciente y flotando, en contacto con el aire, la razón vigilante y su puente de sensopercepción, comunicando al yo con el entorno de la realidad física.
Encima de esta forma ovoide del Yo observamos el pesado arco consciente del yugo del Super-Yo, que hunde sus extremos en el agua, en las profundidades libidinosas del ello al cual representa como su imagen invertida en el espejo de la moral.
El Super-Yo es la luz y el ello es la sombra. Ying Yang del arquetipo representado en el Uroborus, el mito del eterno retorno, la circulación incesante de vida, muerte y resurrección.
Hagamos ahora un resumen de la esencia de la Homeopatía: Samuel Hahnemann nació en Meissen, Sajonia (Nota 2), el 10 de abril de 1755 y murió en París el 2 de julio de 1843, a los 87 años de edad (Nota 3). Publicó 21 trabajos originales, 25 traducciones y más de 200 folletos ilustrados. Su padre y su abuelo eran pintores de porcelana en la fábrica de Meissen. Estudió medicina en Leipzig (1775) y se doctoró en Viena (1779). Se ayudaba económicamente dando clases y haciendo traducciones porque dominaba muchas lenguas. Criticó a sus colegas duramente a la muerte del Kaiser Leopoldo II de Austria, por haberle efectuado cuatro sangrías el mismo día, 20 de febrero de 1790.
En 1790, mientras traducía a Cullen, quien atribuía el efecto antifebril de la quina a su acción tonificante sobre el estómago (solidismo), decidió experimentarla en sí mismo observando la aparición de síntomas semejantes a los de la fiebre palúdica, circunstancia que fue la piedra fundamental de su nuevo método de tratamiento9.
Era un hombre culto, típico médico del siglo XVIII, artista, versado en química y adscrito al pensamiento iatroquímico por oposición a la iatromecánica.
La posición social de un médico en el siglo XVIII(10,11,12) dependía más de sus conexiones con la nobleza que de sus propios méritos. Podemos decir que la sociedad europea se clasificaba por estamentos según su importancia de la siguiente forma:
1) La realeza, los nobles de alto rango y la alta jerarquía religiosa.
2) Barones, caballeros, propietarios de tierras y ricos.
3) Obispos, altos dignatarios del gobierno y de la justicia, médicos eminentes, banqueros y grandes comerciantes.
4) Clérigos menores, personal del estado de menor rango, abogados, médicos, educadores de rango elevado, propietarios de barcos, manufactureros, constructores y artistas.
5) Propietarios de tiendas y depósitos; personas de ocupaciones diversas con buena entrada económica.
6) Obreros, artesanos, agricultores y domésticos.
7) Pobres, vagabundos, gitanos,jornaleros y las personas que alteraban el orden público, hasta ladrones y criminales.
Los militares se consideraban como una clase aparte cuya jerarquía quedaba entrelazada de arriba abajo en la sociedad, dependiendo de los avatares de las guerras y sus consecuentes éxitos o fracasos. A su vez, los médicos eran los que prescribían y los cirujanos-barberos junto con los boticarios, ejecutaban esas prescripciones.
Desde el punto de vista doctrinal, el siglo XVIII es para la medicina la época de los grandes sistemáticos quienes pretendían organizar toda la medicina alrededor de un postulado teórico. Así podemos mencionar los dos grandes movimientos que cubren al siglo de la Ilustración en dos tendencias opuestas que son:
1) Los partidarios de la iatroquímica.
2) Los partidarios de la iatromecánica.
Resumiendo:
1) Iatroquímica
Valentín, en el siglo XV, aporta la noción de «arké»
Paracelso, en el siglo XVI, introduce el «arké» en el lenguaje médico junto con la alquimia.
Von Helmont, en el siglo XVII, concluye que la química del organismo está regida por un principio vital.
Stahl, en el siglo XVIII, se declara vitalista y asigna al alma el principio rector.
Bichat, a fines del siglo XVIII expresa que el principio vital está compuesto por todas las funciones que se oponen a la muerte.
2) Iatromecánica
Sanctorius, en el siglo XVI, estudia el peso del cuerpo y su relación con alimentos y excretas. Lo conecta con el sistema estabilizador de la «perspiración insensible».
Borelli y luego Baglivi, en el siglo XVII, afirman que la salud depende del movimiento de los músculos y de la digestión.
Hoffman, en el siglo XVIII, es un latromecánico que considera al organismo como un sistema hidráulico que depende de la circulación. «Sólidos versus fluidos».
Boerhaave de Leyden (1668-1738) le da mucha importancia a la anatomía y la fisiología de la circulación en: inflamación, obstrucción y plétora.
Gerard van Swieten (1700-1772) lleva estos conocimientos a Viena.
Cullen, de la escuela inglesa, crea el solidismo, reviviendo a Hoffman y establece que todo el organismo se desarrolla de acuerdo a la circulación y que los sólidos se equilibran de acuerdo a su densidad y a la resistencia que encuentran en las partes fluidas.
Hahneman, traduciendo a Cullen, descubre la Ley de la Semejanza y restablece la fuerza vital estudiando rigurosamente los fenómenos sin hacer caso de interpretaciones teóricas causalistas.
Su genio choca con sus contemporáneos porque su método es 1ógico y porque sus reglas higienicas se basan no sólo en la bondad de su acercamiento a los enfermos, sino en su claro sentido común que rechaza la violencia de otros procedimientos.
Sus descubrimientos fueron tres :
1. La Ley de la Semejanza (Note 4).
26. «Este fenómeno se funda unicamente en la ley natural de la homeopatía, ley desconocida haste el día, aunque se haya tenido alguna vaga sospecha de ella, y aunque en todos tiempos haya sido el fundamento de toda curación verdadera, a saber, que una afección dinámica, en el organismo viviente, se estingue de un modo duradero por otra más fuerte, cuando está, sin ser de la misma especie que ella, se le asemeja mucho en cuanto al modo de manifestarse «.
2. La extracción de nuevas propiedades a las material sometidas a dilución aquosa y sucusión mecánica.
269. «Por un procedimiento que le es propio y que no había sido ensayado antes de ella, la medicina homeopática desarrolla de tal modo las virtudes medicinales dinámicas de sustancias groseras, que les dá a todas una acción de las más penetrantes, aún a aquellas que antes de haber sido tratadas de este modo no ejercian la menor influencia medicinal sobre el cuerpo del hombre».
La experimentación pura:
120. «Es menester pues, distinguir bien los medicamentos unos de otros, puesto que de ellos dependen la vida y la muerte, la enfermedad y la salud de los hombres. Para esto, es necesario hacer con cuidado experimentos puros, teniendo por objeto el manifestar las facultades que les pertenecen y los verdaderos efectos que producen en las personas sanas. Procediendo asi, se aprende a conocerlos bien y a evitar toda equivocación al aplicarlos al tratamiento de las enfermedades, porque no hay más que un remedio bien elejido que pueda dar al enfermo, de un modo pronto y duradero, el mayor de los bienes de la tierra, la salud del cuerpo y del alma.
121. Cuando se estudian los efectos de los medicamentos en el hombre sano, no se debe perder de vista que basta administar las sustancias llamadas heróicas a dosis poco elevadas, para que produzcan cambios aún en la salud de las personas robustas. Los medicamentos de naturaleza menos fuerte, deben administrarse a dosis más elevadas, si se quiere también experimenter su acción. En fin, cuando se trata de conocer la de las sustancias más débiles, no se pueden elejir para sujetarse a la esperiencia, sino personas que además de estar exentas de enfermedad, tengan una constitución delicada, irritable y sensible.
122. En las experiencias de este género, de las que depende la certeza del arte de curar y la conservación de todas las generaciones venideras, solo se emplearán medicamentos que se conozcan bien, y respecto de los que se tenga la convicción de que están puros, que no son falsificados y que poseen toda su energía.
123. Cada uno de estos medicamentos debe tomarse bajo una forma simple y exenta de todo artificio. Por lo que toca a las plantas indígenas, se esprime su jugo, que se mezcla con un poco de alcohol para impedir que se corrompa. Respecto a los vegetales exóticos, se los pulveriza, ó bien se prepara con ellos una tintura alcohó1ica, que se mezcla con cierta cantidad de agua, antes de administrarla. Por último, las salas y las gomas no deben disolverse en agua hasta el momento mismo en que se van a tomar. Si no se puede proporcionar la planta más que en el estado seco, y tiene al mismo tiempo virtudes poco energéticas, se la ensaya bajo la forma de infusión, es decir, que después de haberla hecha pedazos menudos, se vierte sobre ella agua hirviendo en la que se deja por algún tiempo; la infusión debe beberse inmediatamente después de su preparación y mientras está caliente; porque todos los jugos de plantas y todas las infusiones vegetales a las que no se añade alcohol , pasan rápidamente a la fermentación, a la corrupción, y pierden así su virtud medicinal.
124. Cada sustancia medicinal que se somete a ensayos de este género, debe emplearse sola y perfectamente pura. Es preciso guardarse bien de asociar a ella ninguna sustancia extraña, y de tomar ningún medicamento, ya el mismo día, ya menos todavía en los siguientes, si es que se quiera observar los efectos que es capaz de producir.
125. El régimen ha de ser muy moderado mientras aura la experiencia. Es preciso abstenerse de todo lo posible de especial, y contentarse con alimentos simples, que solo sean nutritivos, evitando con cuidado las legumbres verdes, las raíces, las ensaladas y las sopas de yerbas, alimentos que, a pesar de las preparaciones culinares que han experimentado, conservan siempre algún poco de energía medicinal, que turbaría la acción del medicamento. La bebida será la misma que se usa diariamente, procurando tan solo que sea todo lo menos estimulante posible.
126. El que tienta la experiencia, debe evitar, mientras ella dure, el entregarse a trabajos penosos del cuerpo y de espíritu, a excesos y a pasiones desordenadas. Es menester que ningún negocio urgente le impida el observar con cuidado, que por sí mismo ponga una atención escrupulosa en todo cuanto suceda en su interior, sin que nada le distraiga, en fin, que una a la salud del cuerpo el grado de inteligencia necesario para poder designar y describir claramente las sensaciones que experimenta.
127. Los medicamentos deben ser experimentados tanto en hombres como en mujeres, para evidenciar todos los cambios relativos al sexo que son aptos a producir.
128. Las observaciones más recientes han demostrado que las sustancias medicinales no manifiestan, ni con mucho, la totalidad de las fuerzas ocultas, cuando se toman en estado grosero, o tales como la naturaleza nos las presenta. No desarrollan completamente sus virtudes sino después de haber sido llevadas a un alto grado de dilución por medio de la trituración y de la succión, modo muy sencillo de manipular que desarrolla a un grado increible y pone en plena acción sus fuerzas ocultas hasta entonces, y hasta cierto punto sumidas en el sueño. Esta reconocido en el día, que el mejor modo de ensayar una sustancia, aunque sea reputada por débil, consiste en tomar durante muchos días seguidos, cuatro ó seis glóbulos empapados en su trigésima dilución, que se humedecen con un poco de agua y se toman en ayunas.
129. Si esta dósis produce muy débiles efectos, se puede, para hacerlos más pronunciados y más sensibles, aumentar cada día algunos glóbulos hasta que el cambio sea apreciable; porque un medicamento no afecta a todos los sujetos con la misma fuerza, en cuyo punto reina una gran diversidad. Se ve algunas veces que una persona, que parece delicada, apenas se afecta por un medicamento que se sabe es muy enérgico, y que se le había administrado a dósis moderadas, mientras que lo es muy fuertemente por otras sustancias mucho más débiles. Asi mismo, hay sujetos muy robustos que experimentan síntomas morbosos considerables por parte de agentes medicinales suaves en la apariencia, y que por el contrario sienten poco los efectos de otros medicamentos más fuertes. Pero, como jamás se sabe de antemano cual de estos dos casos tendrá lugar, es muy del caso que se empieze por una dósis pequeña, y que después se aumente de día en día, si es que se juzgue necesario.
130. Si desde el principio, y por primera vez, se ha dado una dósis demasiado fuerte, resulta una ventaja, y es que la persona que se somete a la experiencia aprende cual es el órden con que se suceden los síntomas, y puede anotar con exactitud el momento en que cada uno aparece, cosa muy importante para el conocimiento del carácter de los medicamentos, porque el orden de los efectos primitivos y el de los efectos alternantes se manifiesta del modo menos equívoco. Así también, una débil dósis, basta muchas veces cuando el sujeto en quien se hace la experiencia esta dotado de una gran sensibilidad, y cuando se observa con mucha atención. La duración de la acción de un medicamento, solo se puede saber comparando entre si los resultados de muchas experiencias.
131. Cuando para adquirir solamente algunas nociones, se ve uno precisado a dar por espacio de muchos días seguidos dósis progresivamente mayores del medicamento a un mismo sujeto, se aprende muy bien de este modo a conocer los diversos estados morbosos que por lo general esta sustancia puede producir, pero no se adquiere ningún indicio acerca de su sucesión, porque la dósis siguiente cura muchas veces uno u otro de los síntomas provocados por la precedente, ó produce en su lugar un estado opuesto. Los síntomas de esta naturaleza deben ser anotados entre dos paréntesis, como equivocos, hasta que nuevas esperiencias más puras hayan decidido sí se debe ver en ellos una reacción del organismo, ó un efecto alternante del medicamento.
132. Más, para indagar unicamente los síntomas que una sustancia medicinal, débil sobre todo, puede producir por sí misma, sin atender a la sucesión de estos síntomas y a la duración de la acción del medicamento, es preferible aumentar diariamente la dósis por muchos días seguidos. E1 efecto del medicamento todavía desconocido, aún el más suave, se manifestara de esta manera, sobre todo si se le ensaya en una persona sensible.
133. Cuando la persona que se somete a la experiencia siente una incomodidad por parte del medicamento, es útil y aún necesario, para la determinación exacta del síntoma, que tome sucesivamente diversas posiciones y observe los cambios que de ellas resulten. Así observará si por los movimientos comunicados a la parte afecta, andando en la habitación ó al aire libre, manteniendose en pie, sentada ó echada, el síntoma aumenta, disminuye o se disipa, y si vuelve o no tomando la primera posición, si cambia bebiendo o comiendo, hablando, tosiendo, estornudando o cumpliendo cualquiera otra función del cuerpo. Debe observar igualmente a que hora del día o de la noche se manifiesta de preferencia. Todas estas particularidades descubren lo que hay de peculiar y característico en cada síntoma.
134. Todas las potencias posteriores, y principalmente los medicamentos, tienen la propiedad de producir, en el estado del organismo viviente, cambios particulares que varían para cada una de ellas. Pero los síntomas propios de una sustancia medicinal cualquiera no se manifiestan en la misma persona, ni simultáneamente, ni en el curso de una misma experiencia; por el contrario, se ve a una misma persona sentir de preferencia ya este, ya aquel, en una segunda o tercera experiencia, de manera que en la cuarta, octava, décima, &c. quizas reapareceran muchos de los sintomas que se manifestaron ya en la segunda, sesta, novena &c. Los síntomas tampoco se presentan a las mismas horas.
135. S6lo por medio de observaciones multiplicadas, en un gran numero de sujetos de ambos sexos convenientemente elejidos y tomados de sodas constituciones, es como se llega a conocer de un modo casi completo el conjunto de todos los elementos morbosos que un medicamento tiene el poder de producing Unicamente se tiene la certeza de ester al corriente de 10B sintomas que un ajente medicinal puede producir, es decir, de las facultades puras que posee pare mod)ficar y alterar la salud del hombre, cuando las personas que hacen un segundo ensayo observer pocos accidentes nuevos, y casi siempre 10B mismo sintomas que habian observado otras antes que ellas.
136. Aunque como acaba de decirse, un medicamento sometido a la experiencia en un hombre sano no pueda manifestar en una sola persona todas las alteraciones de salud que es capaz de producir, y no las ponga en evidencia más que en cierto número de sujetos diferentes los unos de los otros tanto por su constitución física como por sus disposiciones morales, sin embargo no es menos cierto que una ley eterna naturaleza precisa de cada síntoma, y ponerle en estado ya de añadir los nuevos detalles que recoja, ya de hacer las rectificaciones y modificaciones necesarias.
140. Si el sujeto no sabe escribir, será menester que cada día el médico le pregunte, para saber de él lo que ha experimentado. Pero este exámen debe limitarse en gran parte a emendar la narración que haga de sí mismo. Se guardará bien el médico de querer adivinar o conjeturar alguna cosa; preguntará lo menos posible, o si lo hace, deberá ser con la misma prudencia y la misma reserva que he encomendado más arriba (V.84,99) como precauciones indispensables, cuando se toman las informaciones que se necesitan para formar el cuadro de las enfermedades naturales.
141. Pero todas las esperiencias puras relativas a los cambios que los medicamentos simples producer en la salud del hombre, y a los síntomas morbosos que pueden producir en las personas sanas, las mejores serán siempre aquellas que un médico dotado de buena salud, exento de preocupaciones, y capaz de analizar sus sensaciones, haga en sí mismo, con las precauciones que acaban de prescribirse. Nunca se está más cierto de una cosa que cuando se ha experimentado en uno mismo».
Sus mejores invenciones fueron:
1. Las dósis ífnimas útiles en el arte de curar.
277.»Por la misma razón, y porque un remedio dado a dósis bastante débil se muestra de una eficacia tanto más maravillosa cuanta más homeopática se ha hecho la elección, un medicamento cuyos síntomas propios esten perfectamente en armonía con los de la enfermedad, deberá ser tanto más saludable, cuanto más se aproxime su dósis a la exigidad a que necesita reducirse para producir suavemente la curación.»
2. La división de las enfermedades en artificiales y naturales.
47. «Nada puede enseñar al médico de un modo más claro y más persuasivo, cual es la elección que debe hacer entre las potencies capaces de suscitar enfermedades artificiales (los medicamentos), para curar de un modo cierto, pronto y duradero a imitación de la naturaleza».
3. La teoría de los miasmas para explicar el origen de las enfermedades crónicas a través de la herencia.
78. «Las verdaderas enfermedades crónicas naturales son aquellas que deben su origen a un miasma crónico, que progresan incesantemente cuando no se les oponen medios curativos específicos, y que, a pesar de todas las precauciones imaginables relativamente al cuerpo y al espíritu, abruman al hombre con padecimientos, que siempre van en aumento hasta el termino de su existencia. Estos son los tormentos más numerosos y más grandes de la especie humana, puesto que el vigor de la constitución, la regularidad del género de vida y la energía de la fuerza vital nada pueden contra ellos.
79. Entre estas enfermedades miasmáticas crónicas, que cuando no se curan, sólo se extinguen con la vida, la sífilis es la sola que se ha conocido hasta el día. La sicosis, de la que tampoco puede triunfar la fuerza vital por sí sola, no ha sido considerada como una enfermedad miasmática crónica interna, formando una especie aparte, y se la creía curada después de la destrucción de las escrecencias de la piel, sin atender a que su foco o manantial existía siempre.
80. Pero, la psora es un miasma crónico incomparablemente más importante que estos dos. Estos, revelan la afección interna o específica de donde provienen, el uno por medio de úlceras, y el otro por escrecencias en forma de coliflores. Después que la psora ha infectado todo el organismo, anuncia su miasma crónico interno por una erupción cutánea particular, a la que acompañan un prurito voluptuoso insoportable y un olor especial. Esta psora es la sola y verdadera causa fundamental y productora de las innumerables formas morbosas que bajo los nombres de debilidad nerviosa, histerismo, hipocondría, manía, melancolía, demencia, furor, epilepsia y espasmos da toda especie, reblandecimiento de los huesos ó tejidos accidentales, gota, hemorroides, ictericia y cianosis, hidropesía, amenorrea, gastrorragia, epistáxis, hemoptisis, hematuria, metrorragia, asma y supuración de los pulmones, impotencia y esterilidad, hemicránea, sordera, catarata y amaurosis, mal de piedra, parálisis, abolición de un sentido, dolores de toda especie, &c., figuran en las patologías como otras tantas enfermedades propias, distintas e independientes unas de otras .
En beneficio de la brevedad, digamos que hasta aquí, en la reflexión que nos impone 1a consideración conjunta de Psiquiatría y Homeopatía, hemos establecido ciertos conceptos básicos que dependen del primero: La medicina es el arte de curar.
Durante el desarrollo del pensamiento occidental, el arte médico se interrelaciona primero con la filosofía y luego con los logros de la actividad cientéfica del hombre, ya sea dirigida a la physis o a la psyké alternativamente.
Si bien nos hemos mantenido dentro de la Relación Médico-Paciente como una dirección vectorial del discurso, las expresiones artísticas y los cambios sociales también influyen sobre la Medicinal.
Tomemos de la pintura, por ejemplo, los cambios del observador más que de lo observado. Las imágenes pictóricas desde la época griega hasta el Renacimiento, reflejan una descripción de !o religioso. En el Renacimiento, las imágenes se refieren a la centridad del Yo en la persona humana corporal. La perspectiva coloca al hombre como un observador de la naturaleza que lo entorna. En los siglos XVI, XVII y XVIII, la pintura nos muestra al hombre y sus hazañas en primer piano y a la Naturaleza casi a su servicio.
La pintura del siglo XIX oscila entre el romanticismo del hombre ante la muerte y el realismo del hombre ante la desigualdad social, pero su marco de referencia es, todavía, la Razón Suprema del Hombre Ilustrado.
El impresionismo establece la primera duda sobre la capacidad de la Razón para interpretar a la Naturaleza con una predominancia sobre lo sensible y lo emocional. El cubismo trata, en vano, de subyugar la imagen a la geometría y al intelecto, pero la imagen del hombre, como ser aparte de lo otro, se funde rápidamente. El dadaísmo es su más extrema expresión.
El surrealismo surge como la revolución de lo de adentro que trastorna todas las imágenes anteriores de un afuera hasta entonces estable. E1 abstraccionismo reacciona otra vez enarbolando postulados geométricos que le devuelven al artista una cierta vivencia de poder sobre la Naturaleza. La pintura figurativa trata de volver a poner al hombre en su pedestal, como centro de todo interés. Los grandes muralistas vuelven genialmente al Medioevo con sus imágenes moralistas.
La política es una forma práctica de lo religioso. En la segunda mitad del siglo XX, el pintor pasa de la furia automática revelada por formas y colores lanzados sobre el lienzo, tajos, modificaciones o repeticiones del espacio en uno o varios planos hasta caer en la perplejidad del pintor ante el color y la forma, para terminar eistenianamente metiendo al pintor y al observador dentro de la pintura misma.
Así ha pasado con la Relación Médico-Paciente. El médico pasa de ser un razonador, que ayuda o substituye a lo natural y termina por admitir que forma parte esencial del fenómeno que pretende comprender.
Las variedades de estas posiciones son numerosas y por eso al final sólo nos quedan dos posiciones vitales:
a) discutimos con los colegas la superioridad de tal o cual método mediante argumentos que van de lo religioso, que recuerda lo inmutable, hacia lo científico, que ensaya predicciones de lo posible;
b) nos comunicamos con los colegas para mostrarles lo que hacemos en el diario intercambio con nuestros pacientes.
Prefiero en este trabajo tratar de expresar lo que hago.
La relación entre el médico y el paciente que le busca no se establece por casualidad sino por afinidad. La anamnesis depende de la confianza mutua entre servidor y servido.
La cristalización conceptual tanto del médico como del paciente es siempre antropomórfica. La gerarquización de las acciones en esta relación médico-paciente están sometidas a las necesidades del paciente y no a la curiosidad del médico. La intención del médico debe estar nimbada de omnipotencia, pero su acción debe mantenerse dentro de los límites de la prudencia.
El equipo médico se impone como una necesidad práctica de ponderación en las prescripciones, sin que por eso se altere el eje de la intimidad entre uno de los médicos del equipo y el paciente que lo escogió.
El resultado de cada acto médico debe ser médico por el grado de alivio al sufrimiento del paciente, rápido en los casos agudos, seguro en los casos crónicos.
Creo que el médico debe aprender a entrar en la intimidad de su paciente para saber «lo que hay que curar en él» en todo momento y a salir, metafóricamente, de esa identificación perentoria para poderle mostrar otra salida a su forma de vivir.
Para entrar en la intimidad del paciente, el médico debe tomar en cuenta lo simbólico inconsciente, ya venga de los datos clínicos o de los exámenes complementarios, porque el cuerpo tiene un lenguaje y la mente otro.
Para salir de la identificación, el médico use el psicodrama en la anamnesis con su colega de equipo y luego reflexiona sobre los síntomas y los signos más relevantes para la correcta prescripción. Todos los pacientes producer angustia en el médico, porque la angustia es el resultado de la escogencia. Sin embargo, al escoger en equipo, la decisión final es siempre más sabia.
Mi incapacidad para resumir transparentemente lo que hago, me obligue a invitar al rector a estudiar los ejemplos que siguen y a extraer sus propias conclusiones.
Nota 1:
Recordemos aquí, que llamamos filosofía griega a las doctrinas derivadas, por una parte de la poesía míticareligiosa de Hesíodo, Orfeo, Epimenides, etc.; por otra de la filosofía gnómica o sentenciaria de los siete sabios, quienes fueron hombres de acción, legisladores y moralistas, más que filósofos; y por último de las literaturas orientales y egipcias.
Como nos explica el Padre Dionisio Dominguez, S.I:1
«Las primeras cuestiones filosóficas no se plantearon en la península helénica sino en sus colonias, que debido a la invasión doria, comenzaron a establecerse en el siglo XII a.C en el litoral mediterráneo y siguieron multiplicándose hasta el siglo V a.C. De las numerosas colonias griegas, las que nos interesan conocer son: las eólicas, jónicas y dóricas, establecidas respectivamente sobre las costas de Misia, Lidia y Caria; las de Tracia (Abdera), las del sur de Italia (Tarento, Crotona, Regio y Elea); las de Sicilia (Siracusa y Agrigento), las de Chipre y la Cirinaica».
Los siete sabios de Grecia fueron:2
1) Tales de Mileto (624-545 a.C.), a quien se le atribuye la sentencia
«Ne nimis » – No más que lo necesario.
1 Dominguez, Padre Dionisio S I. «Historia de la Filosofía». Biblioteca Comillensis. Administración de Salterrae. Santander, 1949.
2 Opus cit. Ap. Kachnik, Historia de la Filosofía.
2) Solón de Salamina (c.558 a.C.): «Rescipe finem «. -Adquiere lo que tenga sentido-.
3) Quilón Lacedemonio (c.598 a.C.):»Nosce te ipsum » – Conócete a ti mismo-.
4) Pitaco de Mitilene (c.569 a.C.): «Nosce tempus opportunum » – Aprovecha la oportunidad-.
5) Bias (c.570 a.C.): «Ama tamquam osurum ~ – Ama tanto como aborrezcas-.
6) Cleóbulo de Rodas (c.560 a.C.): «Modus optimus » (= in med io virtus)» – La virtud está en el medio de los extremos-.
7) Periandro, tirano de Corinto, (c.553 a.C.): «Modestus in prosperis, fortis in adversis~. – Moderado en la prosperidad, fuerte en la adversidad-.
La filosofía griega abarca tres períodos:
1. Antesocrático o físico, desde Tales hasta Sócrates (c.600-450 a.C.)
2. Socrático o 1ógico-metafísico, desde Sócrates hasta Aristóteles (c.450-300 a.C.)
3. Postaristotélico o moral, desde la muerte de Aristóteles hasta la
escuela neoplatónica (c.300 a.C hasta I a.C.).
Los antesocráticos suelen distinguirse en cinco escuelas: jónica, pitagórica, eleática, que son casi contemporáneas, la nueva escuela jónica y la sofista.
Los jónicos son:
Tales de Mileto: (c.624-545 a. C.), mercader fenicio, quien se inspira en la Teogonía de Hesíodo, que hace a Tetis madre de dioses y de hombres y, observando cómo el agua deja sedimentos, se evapora hacia lo alto y se halla en los alimentos, concluye que la materia primordial de todo los seres, y el término donde han de parar, es el agua, (la humedad).
Anaximandro: (c.610-546 a.C.), dice que el primer principio, arké, es una mezcla caótica, mygma, ilimitada e indefinida, el infinito, apeirón. E1 apeirón, estimulado por una fuerza vital intrínseca, se va disgregando, ekkrynestai, y diferenciando en los cuatro elementos: aire, (astros), agua, (seres vivos), tierra y fuego. Pero el término final es la vuelta al fondo del apeirón.
Anaximeno, (c.548-480 a.C.), también de Mileto, fue su discípulo. Vuelve al aire como elemento primordial y término final de todos los seres que, enrareciéndose, produce fuego y condensándose, el viento, las nubes, el agua, la tierra y los minerales.
Heráclito de Efeso (c.535-475 a.C.), hombre obscuro y melancólico, adscribe la constitución y el fin de las cosas a la incesante agitación del fuego, que forma y transforma el mundo sin permanecer un solo instante en el mismo ser. Todo fluye debido a la coexistencia de propiedades opuestas que explican la lucha entre las diversas partes del fuego.
La escuela Itálica o Pitagórica:
Pitágoras de Samos, nacido en Samos en el año 580 a.C. se estableció en Crotona, después de recorrer Egipto, Fenicia y Caldea; se llamó a sí mismo filosófo y sus discípulos aplicaron el antós efé o magister dixit, como argumento supremo: habla el maestro.
Al mundo lo llamó Kosmos, en el sentido de orden y su principio ordenador es el número. Número par divisible indefinidamente: lo infinito. Número impar indivisible: lo finito.
De esta bina numérica salen las binas análogas de todas las cosas como cualidades opuestas: el reposo y el movimlento; lo simple y lo múltiple; lo recto y lo oblicuo; la luz y las tinieblas; lo bueno y lo malo.
Como el número consta de lo infinito y lo finito, todo cuerpo tiene extensión, (divisible en infinitas partes), y límite, (supefiicie, línea, punto). La combinación de números y proporciones generan las figuras geométricas y por ende la esencia de los distintos cuerpos:
1. E1 fuego (pirámide)
2. La tierra (cubo)
3. El aire (octaedro)
4. el agua (icosaedro)
5. E1 éter (dodecaedro)
E1 elemento excelente es el fuego.
La escuela Eleática.
Jenófanes de Colofón (c.575-490 a.C.), habla de la unidad e inmutabilidad del universo, el uno o el ser, (ós enós ontós), es el todo, (apeirón), inmutable y eterno.
Parménides de Elea (c.540 a.C.). Lo que es, no es que no sea. Lo real es el ser, único, inmutable, eterno, verdadero, bondad pura. Concretamente una esféra maciza e infinita, cuyo centro esta en todas partes y la circunferencia en ninguna.
Zenón de Elea (c.520 a.C.), fue su discípulo y defensor mediante la polémica y la dialéctica
Meliso de Samos (c.500a.C.), reafirmó la ilimitada extensión del mundo porque su límite seria el vacio y la nada, nada limita.
La nueva escuela jónica, compuesta por la nueva escuela Física de Empédocles y Anaxágoras y la escuela Atomista de Leucipo y Demócrito.
Empédocles de Agrigento (495435 a.C.) erudito, filósofo, mago, poeta, tenido por sacerdote; dicen que se precipitó al Etna para pasar como un dios a la posteridad. En sus poemas trata de armonizar la inmutabilidad eleática de los seres con la variabilidad de los fenómenos sensibles de Heráclito. Las raíces de todo son cuatro: fuego, aire, ague y tierra. Se dividen en partículas que se unen y se desunen por una causa eficiente: el intercambio entre el amor y el odio.
Anaxágoras de Clazomenos (500-428 a.C.), matemático y astrónomo, ridiculizó a los dioses: Helio era una mesa ígnea y le salvó Pericles de morir en manos de la plebe. Para Anaxágoras los cuatro elementos de Empédocles están al principio divididos en partículas iguales (homeomeirias) y a esa mole, apeirón, se aplica como motor del primer movimiento rotatorio el nous, o sea, la mente , la inteligencia . Ese nous omnisciente y potentísimo generador, es la substancia misma del simple, inmovible e imposible todo, (apeirón).
El atomismo de Leucipo (c. 500 a.C.) y de Demócrito de Abdera (c. 460 a.C.) representan una continuación de los jónicos al tratar de explicar cómo pueden ser reales los cambios y los fenómenos sensibles; respetan a los eleatos al mantener la tesis de que nada se produce y nada perece en la Naturaleza, pero la pulverizan en elementos diminutos invisibles e indivisibles (átomos), esencia de lo lleno (el ser), que flotan y se continúan moviendo en el vacío (el no ser).
¿Cómo se forma el cosmos? El movimiento primigenio y eterno de cada átomo es rectilineo, ciego y necesario, pero no casual, sino proporcionado a la mesa atómica y con diversas velocidades según sus diferentes especies. Esta desigual velocidad origina choques, vórtices, remolinos e impulsos de separación y acercamiento por semejanza y des-semejanza, originando los diversos e infinitos mundos que integran el cosmos. Los seres vivientes se componen de átomos y vacío. El alma es una red sutilísima y brillante compuesta de átomos ígneos que mueve y vivifica al organismo. Tal alma, ni puede ser libre, ni inmortal, pero sí feliz; no con los placeres y riquezas, sino con la ciencia y la vida honesta. La sensación, eydala, es un desequilibrio atómico del sensorio que lleva a un conocimiento obscuro, variable y falaz. Más perfecta y veraz es la intelección (gnosis), manifiesta las verdaderas realidades (átomos), pero es muy limitada. Por eso: veritas est in abysso, (la verdad está en el abismo).
La escuela Sofista de Protágoras y Gorgias.
Protágoras de Abdera (480-411 a.C.), recorrió toda la Grecia vendiendo sus enseñanzas y planteó su famosa tesis: «El hombre pensante o sus facultades cognocitivas son la medida de todas las cosas».
Georgias (c.496 a.C.), natural de Leoncio, Sicilia, nos lega una especie de escepticismo nihilista en estas tres proposiciones:
1.Nada existe.
2.Si algo existiera no podría conocerlo el hombre.
3. Dado que alguien lo conociera no podría darlo a conocer a los demás.
Nota 2.1
Meissen es un pueblo de Sajonia situado alrededor del Castillo de Misnia, a villas del Elba, construido en el año 920 d. C por el rey Enrique I (llamado el cetrero o falconero), para defenderse de la invasión eslava.
1Encyclopaedia Britannica, Vol XXIV. Cambridge, England. University Press. New York, 1911.
Su prosperidad aumentó a partir de 1485 con la corrida del límite germano hacia el este y la fundación de Leipaig, Dresden y Friburgo. Era una de las cinco marcas del Ducado de Sajonia bajo el comando de un Margrave. Meissen fue siempre sitio de disputas políticas y religiosas.
Los católicos ganaron con la capitulación de Wittenburg en 1547, cuando Carlos V derrotó a Juan Federico el Magnanimo, pero desde 1547, Mauricio fue Elector de Sajonia y en 1552 rompió su alianza con Carlos V en la batalla de Innsbruck, obligándole a firmar la paz religiosa de Passau. Incrementó las minas de carbón y cerró doscientas casas religiosas en beneficio de la educación. Así florecieron las universidades de Leipzig, Wittenberg, Jena y Erfurt y, a medida que aumentaban los libros doctos, se impuso el dialecto sajón en toda Alemania por la traducción de Lutero.
Augusto I, sucesor de Mauricio, introdujo la orfebrerfí en plata, la textilería en lana, el lacillo y prohibió el calvinismo. Su hijo Cristian II (1586) fue calvinista y Cristian IV (1591) fue un príncipe débil. Su hermano Juan Jorge I (1611) vio a Sajonia devastada por la guerra de los treinta días. Wallenstein entró en Sajonia en 1632 y luchó del lado de los suecos. Cuando Gustavo Adolfo de Suecia murió en Lutzen (cerca de Leipzig) en 1632, se pasó al lado del Emperador de Alemania.
En 1648, después de la guerra de los treinta años y con la paz de Westfalia, Sajonia vio decaer su influencia por sus alianzas católicas y Brandenburgo tomó el liderazgo de los estados protestantes de Alemania. Los próximos cuarenta años de Sajonia van a estar sumidos en luchas hasta con los turcos, bajo la mala dirección de Juan Jorge I, II, III y IV.
En 1694 comienza el reinado de Federico Augusto I, llamado Augusto I el fuerte, quien es elegido Rey de Polonia, al igual que Augusto II en 1697, y se convierte al catolicismo. Durante su reinado luchó con Carlos XII por Polonia y cuando en 1709 ganó nuevamente la corona de Polonia, Sajonia había gastado más de cien millones de thalens. Debido a esa pobreza desastrosa se constituyó el «Geheimes Kabinet» o Concejo Privado, que duró en sus funciones estabilizadoras hasta 1830.
En 1710, Johann Friedrich Botgen descubrió la manufactura de porcelana de Meissen, famosa en todo el mundo.
En 1733, Federico II sucedió a su padre en el Electorado y después fue elegido Rey de Polonia como Augusto III. Fue un príncipe indolente que luchó del lado de Prusia durante la primera guerra de Silesia y del lado contrario (Austria) durante las otras dos. La tercera guerra de Silecia se llamó la guerra de los siete años (1756-1763). Sajonia perdió noventa mil hombres y cien millones de thalens, con lo que el pueblo quedó en miseria, desorden y pánico. El rey murió unos meses después y con el la conexión con el reino de Polonia, cuyos desastres hemos anotado.
Su hijo Federico Cristian, murió a los dos meses (1763) dejando en el bono a su hijo de 13 años, Federico Augusto I. Asumió el gobierno como el primer Rey de Sajonia en 1768 y reinó hasta 1827, haciendo alianzas o manteniéndose neutral según las circunstancias durante el imperio de Napoleón. En el Congreso de Viena de 1815, el príncipe de Metternich le dejó 5.790 millas cuadradas y 1.182.744 sajones. El rey Federico Augusto I se unió ese mismo año a la Confederación de Estados Alemanes. Su hermano Antonio reinó desde 1827 hasta 1836, cuando ascendió al poder Federico Augusto II, quien se mantuvo entre Prusia y Austria hasta su muerte en 1854.
Nota 3
Cronografía de Hahnemann.
Hahnemann l Meissen, 10 de abril de 1755. París, 2 de julio de 1843. 87 años, 4 meses.
12 a. 1767. Escuela Provincial -Director, doctor Mueller.
Latín, griego, francés y alemán. Asistente al director. Trabajo final, disertación: «La maravillosa conformación de la mano del hombre».
20 a. 1775. Universidad de Leipzig (gratuita).
Su padre le da 20 ducados (200 francos de oro). Pasa los años oyendo opiniones fuera de moda y teorías sin verificación. No se habla de Harvey (circulación de la sangre), ni de la anatomía de Vesalio, ni de la electricidad de Galvani (1771), ni de la escuela de Boerhaave (Leyden).
22 a. 1777. Se va a Viena como timonel de una balsa. En tres semanas desembarca en el Danubio.
Carta de recomendación para el Doctor Quarin, Hospital de la Misericordia. El doctor Quarin le da permiso de llamarse médico.
2. semestre: consejero médico y bibliotecario del señor von Brueckental, gobernador de Transylvannia en Hermannstadt.
23a 1778. ¡Va en carroza! No puede aprender equitación, renuncia y se devuelve a la Universidad de Erlangen, cerca de Nuremberg.
24 a. 1779. Doctor en Medicina.
Va a Hettstedt, cerca de Halle, en la ribera del Wipper. Aplica la untura aprendida:
Ambar gris contra los sabañones; jarabe de colchicaria contra el asma; Senna, aloe, calomel y ricing contra la constipación; baños de pasta de mostaza contra el dolor de cabeza; potasa y pasta de Viena para los cauterios; tisana de avena contra los vértigos; polvos de muérdago para las metrorragias; raíz de heléboro para los melancólicos; y sangrías.
26a. 1781. Dessau. Residencia del Duque de Anhalt- Dessau .
Recuerda la enseñanza de Stahl (animismo y flogisto) «Theoria Medica Vera». (Animismo: El alma, principio de la vida y la salud. Flogisto: calor natural que da la vida).
Paul Barthez de Montpellier crea el «Vitalismo». Mesmer crea el mesmerismo por el «magnetismo». John Brown, escoces, se cura la gota comiendo de todo y bebiendo alcohol. (Priestley descubre la composición del aire, oífgeno y nitrógeno, para Lavoisier, quien acaba con la teoría del flogisto).
Trabaja en la Farmacia de Maure con el boticario Haeseler.
27a 1782. Obtiene la plaza de Médico Comunal en Gommern. Ve usar la «máquina giratoria» para calmar a los locos. Traduce a Demachys: «L’Art de fabriquer des produit chimiques».
Se casa con Henriette Haeseler.
28a 1783. Nace su hija Henriette.
Dresden. Substituye al viejo doctor Wagner. Escribe «Envenenamiento por Arsénico» y «Tratado sobre los perjuicios contra el calentamiento por el carbón».
31a 1786. Nace Federico.
33a. 1788. Wilhelmina (Guillermina).
Conoce a Lavoisier en el Hotel de Polonia, quien habla del oxígeno en la química de la combustión.
34a 1789. Leipzig. Escribe «El amigo de la salud».
35a 1790. Traduce en la pobreza al escocés Cullen: «Polvo de la quinina o cinchona. Polvo de los Jesuítas».
37a 1792. A través del Becker, el editor del periódico «Anzeigen» (el Monitor), el duque de Sajonia-Coburgo, lo nombra director de una nueva casa de alienados en Georgenthal, cerca de Gotha.
Escribe en el número 78 del «Anzeigen der Deutschen» (El monitor de los alemanes) un artículo contra el doctor Lagusius, médico del finado Emperador de Austria, Leopoldo II.
41a 1796. Se mudan a Koenigshutte.
El «Journal de la medicina práctica» del profesor Hapeland publica en Ieva: «Un nuevo principio sobre las virtudes curativas de las substancias medicinales con algunas consideraciones sobre los métodos empleados precedentemente».
43a 1798. Jenner publica sus resultados de la vacuna contra la viruela.
Desde 1796 hasta 1823. Hahnemann se propone:
a) Estudiar una substancia hasta determiner con certeza la enfermedad artificial que provoca según las dosis en un organismo sano.
b) Estudiar los efectos de esa substancia en tal o cual enfermedad, simple o complicada.
44a 1799. Hamburgo.
45a 1800. Moelln, cerca de Lübeck. Peregrinación de pueblo en pueblo.
49a 1804. Torgau, a villas del Elba. Exito.
50a 1810. Organon.
51a 1811. Leipzig.
64a 1819. Metternich prohíbe la homeopatía.
66a 1821. Consejero particular del Duque Fernando de Anhalt-Koethen.
73a 1828. «Doctrina y tratamiento homeopático de las enfermedades cr6nicas».
75a 1830. Muere Henriett.
76a 1831. «La forma de propagación del cólera asiático».
79a 1834. 8 de octubre, Melanie d’Hervilly.
80a 1835. 18 de enero, se casan.
7 de junio, a París. 261, rue de Saints-Pères. Puede ejercer en Francia por decreto real del 21 de agosto de 1835.
81a 1836. 29 de julio. Asiste a la inauguración del Arco de Triunfo y el Obelisco de Luxor en la plaza de la Concordia.
87a 1843. 2 de julio. Muere de una vieja afección bronquial primaveral
1 Vervaime, Edmon. Un certain Hahnemann. Editions Universitaires. París, 1962.
Nota 4.
La ley de la Semejanza.
26. «Este fenómeno se funda unicamente en la ley natural de la homeopatía, ley desconocida hasta el día, aunque se haya tenido alguna vaga sospecha de ella, y aunque en todos tiempos haya sido el fundamento de toda curación verdadera, a saber, que una afección dinámica, en el organismo viviente, se extingue de un modo duradero por otra más fuerte, cuando está, sin ser de la misma especie que ella, se le asemeja mucho en cuanto al modo de manifestarse » 1 .
Hemos visto más arriba cómo las dos leyes fundamentales del arte de curar fueron establecidas en el Corpus Hipocraticum en el siglo V a. C como Similia Similibus Curentur y Contraria Contraribus Curentur. Pero Hahnemann era un práctico apasionado que quiso hacer énfasis en la primera, a pesar de que, en algunos parágrafos de su Organón incita a usar las virtudes de la segunda2. Por ejemplo, en el parágrafo 228 dice: «Al maníaco furioso se opone la calma y la sangre fría de una voluntad firme e inaccesible al temor»; y en el parágrafo 208 dice: «No se olvidará tampoco de investigar si la disposición de espíritu y el modo de pensar del enfermo ponen obstáculo a la curación, si es menester imprimirles otra dirección, favorecerlos o modificarlos».
Sin embargo, hemos escrito en otra parte3, que la fricción crea consciencia y estas aparentes contradicciones de Hahnemann sirven para darnos cuenta de la realidad coexistencial de la antinomia de estos dos principios. Después de todo Hahnemann el químico, tenía que ser aristotélico y Hahnemann el vitalista tenía que ser platónico y creo que en el se advierte este dilema lo mismo que en el resto de la homeopatía práctica.
El verdadero homeópata da un medicamento, de afuera a adentro, para hacer reaccionar a la naturaleza, de adentro a afuera y es de la aceptación de esa perenne dialéctica y de la prudencia del médico, de donde puede practicarse con dósis mínimas y ritmos prolongados, sin que por eso se crea que se está dando algo material que actua, por así decirlo, en el espacio del cuerpo.
Naturalmente, todas estas cosas las entendemos mejor después de que Einstein cambia los principios de Newton. Para Newton, el tiempo y el espacio son fijos y la velocidad de la luz es variable, mientras que para Einstein, el espacio y el tiempo son variables y la velocidad de la luz es fija. Esto nos permite hoy en día emendar con mucha familiaridad, procesos que nos inclinan a pensar en energía, tan sutil como poderosa, y no en cambios mecánicos de cuerpos, formas y substancias.
Desde el punto de vista etimológico y semántico, la palabra semejanza a través de sus sinónimos: parecido, similitud, afinidad, analogía y copia nos lleva al concepto de imitación; mientras que la palabra semejante, a través de sus sinónimos: homólogo, comparable, propio, pariente y vecino nos lleva al concepto de prójimo4.
Por otra parte, semejante5 tiene como ideas afines a homogéneo, indeterminado, persona, simétrico, uniforme, constante, igual, invariable, mismo, estable, fijo, estereotipado, correspondiente, gemelo y emparentado. Todo lo cual indica similitud conformidad y mimetismo.
La palabra analogía nos lleva a semejanza, congruencia, concordancia, unanimidad y coincidencia, todo lo cual tiene más de conformidad que de similitud y mimetismo que en mi criterio se conectan mejor con semejante. La esencia de la semejanza sería la concordancia y la concordancia nos lleva a las ideas de correspondencia, conformidad, congruencia, concordancia, paralelismo, armonía, euritmia, coincidencia, conveniencia, compatibilidad, coordinación, sincronización, sincronismo, relación, conexión y coherencia y a dos verbos interesantes para el clínico, que son compaginar y conciliar.
Si observamos los antónimos de semejante, encontramos desemejante, diferente, diferenciado, diverso, dispar, distinto, inconfundible, variado y las ideas de alopatía y disimilitud.
Ahora bien, la palabra semejanza, en el criterio del linguista don Roque Barciaó está conectada con la palabra semblanza, porque aunque ambas derivan del latín simil, que es un adverbio que significa al mismo tiempo, en la misma razón, en circunstancias semejantes, se pueden percibir diferencias interesantes pare el clínico:
1 Hahnemann, Samuel. «Organón del arte de Curar». Imprenta de J. Torner, Barcelona, 1846.
2 Curaciones Involuntarias. «Organón». p. 77.
3 Rísquez, Fernando. «Aproximación a la feminidad». Monte Avila Editores, Caracas, 1983.
4 Sainz de Robles. Diccionario Español de Sinónimos y Antónimos. Aguilar. Madrid 1985.
La semejanza es el rostro del cuerpo, la semblanza es el rostro del ánimo y añade el autor, la semejanza se revela por el semblante, la semblanza se revela por el genio; es decir, por el semblante del espíritu. Un pintor busca la semejanza, un crítico busca la semblanza. Semejanzas en los retratos. Semblanzas de los hombres políticos. Nada más contrario al sentido de las dos frases, que decir equivalentemente: semblanza de los retratos; semejanza de los hombres políticos. La semejanza es una especie de biografía por fuera. La semblanza es una biografía por dentro.
Así llegamos a la palabra semblante, tan importante para el médico, con sus sinónimos rostro, cara, fisonomía y semblante. E1 rostro es como el extremo, punta o espolón del cuerpo humano. La cara, raíz de carácter, esta en relación con el genio, la consciencia, las costumbres, la educación; es el sello del alma y la estampa del espíritu. E1 semblante representa la similitud o semblanza de todos los hombbres: es un retrato que tiene cierto aire de todos los retratos del mundo; la fisonomía se refiere a las propiedades originarias del organismo. Es la marca de la constitución o del temperamento individual.
En el sentido figurado, el rostro es línea, la cara indicio, el semblante efigie y la fisonomía naturaleza. El rostro nos anuncia una virgen, la cara un hombre de bien o un fascineroso, el semblante un individuo sano o enfermo, la fisonomía un genio o un idiota.
E1 pintor busca un rostro; la sociedad se fija en la cara; el médico mire al semblante; el frenólogo consulta la fisonomía.
La fisonomía se estudia, el semblante se altera, se da la cara, se oculta el rostro. El rostro es arte, la cara moral, el semblante es una especie de mecánica y la fisonomía ciencia. Dando en las voces del artículo, toda su trascendencia figurada, debemos decir: el rostro, belleza; la cara, espanto; el semblante, revelación; y la fisonomía, misterio.
La aplicación práctica de estos conceptos la tenemos en la obligación que nos impone la búsqueda de la semejanza en homeopatía, lo cual sólo se puede lograr mediante el reconocimiento de la forma. En medicina, las imágenes (eidos) tienden a producir identidades por sí mismas, pero al aplicarles la analogía, tienden a convertirse en tipos (typos). La semiología medica se divide en síntomas relacionados con las imágenes individuales que el paciente siente y no puede expresar (eidos) y los signos que pueden ser observados por varios médicos y calificados, tipificados y clasificados en grupos (typos).
Son los signos los que le sirven mejor al médico como elementos de alerta o de alarma, pero también como los jalones necesarios para reconocer los grupos o tipos de sindromes o de enfermedades.
5 Santamaria, Andres. «Diccionario de
Sinónimos y Antónimos». Editorial Ramón
Sopena, Barcelona, 1974.
6 Barcia, Roque. «Diccionario General
Etimológico de la Lengua Española.
Establecimiento tipográfico de Alvarez
Hermanos. Madrid, 1862.
Desde los tiempos más remotos, los médicos reconocemos signos que nos indican la cercanía de la muerte en una crisis, como por ejemplo, el semblante alterado del moribundo que hasta hoy en día llamamos fascies hipocrática y por otra parte, nos alertan sobre la particularidad de un proceso morboso y los llamamos signos patognomónicos que se alzan señeros como razón suficiente para el diagnóstico.
Las correlaciones entre síntomas y signos siguen las leyes de la Gestalt y el médico puede enterarse de ellas de tres maneras:
1. Como conjunto, que ya dijimos que es la base de los tipos nosológicos.
2. Sumando items, es decir, considerando de manera estadística, la sumatoria algebraica de signos y síntomas que puedan indicarnos analogas sumatorias en los paralelismos de la materia médica o de la patología especial.
El uso de los signos patognomónicos como una manifestación especial del genio del medicamento en homeopatía y el genio de la enfermedad en alopatía.
El problema para el clínico en la búsqueda de la semejanza se complica por una parte con la aceptación del genio medicamentoso, pero se simplifica por otra, con la aplicación del concepto de personoide homeopático. Un Personoide Homeopático, como expresa en 19727, es una metáfora científica cuyo objeto es describir la semblanza antropomórfica de un medicamento, extrayendo de los datos de la experimentación pura y de las observaciones clínicas, las características dinámicas que permitan al observador reconocerlo en la práctica clínica y demostrarlo en la docencia hospitalaria. Esta idea viene del antiguo estudio de la personalidad en la psicología de todos los tiempos y aquí coinciden las puntualizaciones literarias de los escritores de biografías, ya sea con intención moralista o descriptiva. Aquí podemos también diferenciar diversos criterios para comprender los problemas de la identificación de la personalidad. Me atengo a esta definición: personalidad es el conjunto de rasgos físicos y psíquicos que distinguen a un individuo de otro y permiten al observador predecir su comportamiento.
Simplificando, podemos decir que hasta el advenimiento de la teoría psicodinámica de Sigmund Freud en 1900, la personalidad había sido siempre estudiada como una estructura, en cuya formación concurrían por igual, fenómenos y formas adscritas a la constitución (lo genético), el temperamento (lo genético) y el carácter (lo aprendido), con las variantes que de esta mezcla iban haciendo filósofos, moralistas, médicos y artistas, y las teorías dinámicas de la personalidad, cuya base, o mejor dicho, cuyo eje direccional, gira alrededor de la intencionalidad consciente o inconsciente del hecho psicológico.
Algunos autores han descrito los personoides antes y después de mí. Por ejemplo, Kenth 8, Coulter 9, hacen más comprensible su materia médica con esto, y sus esfuerzos contribuyen de manera eficaz a interesarse en la lectura de las difíciles enciclopedias de materia médica, como la de Allen o la de Hering.
Creo que la aproximaci6n por rasgos es más didáctica, por ser más antropomórfica, pero el problema se hace todavía más complicado, cuando observamos que una misma personalidad puede variar excesivamente hasta el punto de mostrarse irreconocible en situaciones de poquedad, de indignidad o de soledad, a las que considero la clave del sufrimiento humano.
La habilidad para hacer una semblanza del paciente y la oportunidad de ratificarla con algun signo patognomónico, es mucho más importante y seguro que guiarse mecánicamente por una colección de signos por más abundante que esta sea. El arte médico aquí se revela otra vez, como la capacidad de comprender al otro en la esencia o el genio de sus intenciones, ya sean agónicas o antagónicas. Es necesario reconocer con humildad, que William Osler (1849-1919) tenía razón cuando enseñaba en la Universidad de McGilll 10, y decía que la medicina se enseña de boca a oreja, queriendo significar con esta frase que estos problemas de la clínica que mencionamos a propósito de la búsqueda de la semejanza, necesita de la jerarquía médica, que se base en la cadena formada entre el hombre de experiencia, capaz de mostrar, y el discípulo entusiasta, capaz de aprender en la estricta intimidad de la relación médico-paciente.
Termino esta nota recordando un viejo proverbio árabe que dice: El ojo es ciego para lo que la mente no ve.
7 Personoides Homeopáticos, Sociedad Venezolana de Medicina Homeopática. Caracas, 13 de abril, 1972.
8 Kent, James Tyler. «Lectures on Homeopathic Materia Medica». Philadelphia: Boericke & Tafe, 1956.
9 Coulter, Catherine. «Portraits of Homeopathic Medicines». North Atlantic Books 1986.
10 Sigerist, Henry, E. «Los grandes Medicos». Ediciones Ave. Barcelona, 1949.