Medicina Antienvejecimiento. Historia y Teoría

Prof. Juan R. Zaragoza (Catedrático de la Facultad de Medicina de Sevilla)
Dr. José Márquez-Serres (Presidente de la Sociedad Española de Medicina Antienvejecimiento y Longevidad – Vicepresidente de la European Anti-aging Medicine Society)
Introducción
Vivimos el auge de una nueva especialidad médica: la medicina antienvejecimiento, tan conocida generalmente por su denominación inglesa: anti-aging medicine. A su reconocimiento médico -sus bases biológicas y bioquímicas, su creciente aplicación clínica- se une una expectación social, manifestada en todos los medios de comunicación, y en la inquietud de muchas personas, que se preocupan por conocer sus fundamentos y sus principales logros, a veces con perspectivas exageradas.
Pero, tras cada realidad médica, hay una historia que la apoya y la razona. Y en la medicina antienvejecimiento, el deseo básico ha sido, en todas las épocas, el deseo de devolver al organismo humano la juventud perdida, esto es, rejuvenecer. Durante el siglo XX se concreta la idea de que, científicamente, no podemos hablar de rejuvenecimiento, sino todo lo más de una cierta revitalización de los órganos. Y ya en las postrimerías de siglo concretamos que lo que creemos que podemos realizar es, todo lo más, una prevención del envejecimiento. Obligada concreción de términos que exige una disciplicina científica rigurosa, como es la medicina antienvejecimiento.
Los médicos de la salud
Se define la medicina como «el intento de ayuda a un semejante enfermo», y se suele considerar, por tanto, su cometido, como la ciencia (o el arte) de diagnosticar y tratar las enfermedades. Es cierto, pero hay más. La medicina, también desde su inicio, ha aplicado técnicas más adecuadas para evitar la enfermedad (prevención) y para potenciar la salud, tanto individual como colectiva.
Por ello, en el ejercicio de la profesión médica, junto a los médicos con ejercicio clínico directo, siempre existieron médicos privados de grandes personajes (emperadores, papas, reyes, nobles, obispos, etc.) que se ocupaban, sobre todo, de mantener su salud y evitar la aparición de enfermedades. Se dice que los emperadores chinos pagaban a sus médicos mientras estaban sanos, pero cuando enfermaban, aparte de seguir sus tratamientos, les suprimían la paga, pues habían incumplido su obligación de mantenerlos sanos.
Estos médicos, a veces llamados arquiatras o protomédicos, se basaban, para mantener la salud de su personaje, en las normas establecidas por Galeno.
Galeno fue un extraordinario médico del siglo II d.C. Tras estudiar medicina, fue médico de los gladiadores del circo de su ciudad natal, Pérgamo, en el Asia Menor. Galeno tuvo que cuidar de su salud, a la vez que curar las heridas producidas en las luchas circenses. Posteriormente Galeno fue a Roma, donde destacó por su saber y su capacidad clínica. Llegó a ser médico de varios emperadores, entre ellos Marco Aurelio. Escribió muchos libros, que suponen una síntesis de la medicina de su tiempo, de modo que sus obras constituyen una auténtica enciclopedia de la medicina, que perduró en la práctica hasta el siglo XVII.
En relación a la salud y a la enfermedad, Galeno distingue lo que llama «cosas naturales», «cosas preternaturales» y «cosas no naturales». Las «cosas naturales» son las que constituyen la naturaleza del cuerpo: elementos, humores, espíritus, facultades, cuyo correcto funcionamiento es la base de la salud. Por otra parte está la enfermedad, que es una forma de vida distinta de la salud, al margen de la naturaleza. En el enfermo hay funciones fisiológicas alteradas, que llamamos disfunciones: alteración de la temperatura, de la respiración, del funcionamiento cardiaco, digestivo, urinario, etc. El enfermo vive, pues, una vida alterada, que Galeno llama «diatesis preternatural»; es decir, una forma de vida al margen de la naturaleza, una vida anormal.
Pero, finalmente, existen una serie de realidades que, ni están en el organismo humano (no son cosas naturales), ni están siempre en contra de su funcionamiento normal (como las enfermedades), sino que, según se utilicen, pueden actuar sobre el organismo de modo positivo o negativo, es decir, potenciando la salud, y curando la enfermedad, o disminuyendo la salud y potenciando la enfermedad.
En el galenismo establecido, estas realidades o cosas no naturales se agruparon en seis: el aire y el ambiente, la comida y la bebida, el trabajo y el descanso, el sueño y la vigilia, las secreciones y las excreciones, y los movimientos o afectos del alma.
Las «seis cosas no naturales» de Galeno
Según como se usen, pueden potenciar la salud y prevenir la enfermedad, o disminuir la salud natural y producir enfermedades. Son:
1. El aire y el ambiente,
2. La comida y la bebida,
3. El trabajo y el descanso,
4. El sueño y la vigilia,
5. Las secreciones y las excreciones, y
6. Los movimientos o afectos del alma.
Con esta base, los médicos regularon la vida de sus ilustres pacientes, encaminándola a la salud. Como gran parte de la población quería también disfrutar de una vida sana, algunos médicos redactaron los llamados «Regímenes de Sanidad», que se difundieron mucho desde la baja edad media hasta el XVII. Uno de los más famosos fue el procedente de la Facultad de Medicina de Salerno, junto a Nápoles, denominado «Régimen de medicina salernitano». Tenían consejos dietéticos, de ejercicio, higiénicos, y hasta métodos de controlar los «afectos del alma», para alcanzar una vida larga y sana. En España se difundió mucho la obra del que fue médico del Emperador Carlos V, Luis Lobera de Avila, titulada «Banquete de nobles caballeros».
Rejuvenecimiento y sexualidad
Una primera observación, desde el principio de la humanidad, ha sido que, tanto en el hombre como en la mujer, el envejecimiento se acentúa cuando decaen la funciones sexuales: a partir de la menopausia en la mujer, y de la andropausia en el hombre. Por ello, dada esta relación decaimento sexual-envejecimiento, se supone que todo lo que potencia la capacidad sexual del hombre o de la mujer, detiene el envejecimiento y, por tanto, rejuvenece.
De ahí el gran papel asignado a los afrodisiacos, y a toda actuación que mejore el apetito sexual decaído. Veremos que, tanto en las prácticas empíricas, como en los primeros tiempos de la investigación científica del rejuvenecimiento, se ha concedido gran importancia a los tónicos sexuales en general, y, aun en la actualidad, a las hormonas sexuales femeninas y masculinas.
Métodos empíricos para la longevidad
Podemos decir que hasta el siglo XIX han existido dos aproximaciones distintas hacia la longevidad: el empirismo y la magia. Empirismo quiere decir utilizar lo que se sabe, o se supone, que va bien, aunque no se conozca el por qué. El pensamiento mágico, por otra parte, se basa en la creencia de que mediante ciertas actuaciones (rituales) podemos dominar los espíritus superiores, y obligarles a actuar de un modo determinado, para el bien o para el mal. A veces ambas posturas se encuentran mezcladas, favoreciéndose un tratamiento empírico con un ritual que se supone de apoyo.
Muchas plantas se han utilizado como supuestamente rejuvenecedoras, precisamente por su supuesta acción, empírica o mágica, sobre la sexualidad. Una de ellas ha sido la utilización del bulbo de la orquídea. Se suponía que la forma de ciertas partes de la planta (fruto, semilla, raíz) indicaba sus efectos; la nuez, con sus circunvoluciones, recuerda el cerebro, y por ello su consumo potenciaría las facultades intelectuales. De la misma forma, el bulbo de la orquídea tiene una forma semejante al testículo humano (de ahí su nombre, orchis, de donde procede orquitis, inflamación del testículo). Por ello el bulbo de la orquídea se utilizó como producto reafirmante de la sexualidad masculina y, a la vez, como rejuvenecedor.
Otra planta muy utilizada para el rejuvenecimiento fue la mandrágora. Su raíz presenta una forma semejante a la figura humana (en ocasiones acentuada intencionadamente por los recolectores). Se decía que al arrancarla del suelo la mandrágora daba un grito, y que quien lo oía podía morir o enloquecer; por ello el método habitual de extraerla era atar un perro al tallo de la planta y excitarle, para que al correr la arrancara.
En Occidente se introdujo, con efectos tonificadores, la raíz de una planta de origen coreano, el ginseng. Tiene un efecto reparador de fondo, y a la vez discretamente estimulante, por lo que se toma habitualmente como infusión, o bien integrado en diversos preparados farmacológicos existentes en el mercado, pero se le ha intentado atribuir un afecto rejuvenecedor que, desde luego, no posee.
Ciertas sustancias de origen animal se han administrado suponiendo, igualmente, su efecto afrodisiaco y rejuvenecedor. Las ostras, los productos derivados de la cantárida o la jalea real, segregada por las abejas para transformar la ninfa en abeja reina, son algunos ejemplos de ellas.
Pero quizá la leyenda más importante en relación con el rejuvenecimiento ha sido la de la fuente de la juventud. Se trataba de una fuente cuya agua tenía el maravilloso efecto de curar las enfermedades y rejuvenecer. Siempre se la situaba en tierras lejanas, como en el reino del Preste Juan de las Indias. Hay numerosas representaciones de su actuación, como el cuadro de Lucas Cranach el Joven, de 1546. En él se ve cómo el agua, que brota de un manantial, llena un estanque donde por un lado entran viejos y achacosos, y por el otro salen jóvenes esbeltos, con plena salud y belleza.
La localización de la fuente de la juventud fue un acicate constante para exploradores y conquistadores. Tras el descubrimiento de América, establecidos los españoles en la isla de La Española, un explorador, Juan Ponce de León, oyó hablar de que al norte se encontraba la isla de Bimini, con la fuente de la juventud. Persuadido de su existencia, pidió ayuda al rey Fernando el Católico para realizar una expedición y descubrirla. El rey Fernando, que acababa de enviudar de la Reina Isabel, y se había casado con la joven francesa Germana de Foix, se interesó en el tema y financió la expedición. Llegados a la supuesta isla el día de Pascua Florida, se la bautizó como «Florida», y pronto se vió que no era una isla, sino una península, con numerosas fuentes, por supuesto, pero sin efecto revitalizador alguno.
Los primeros enfoques científicos sobre la longevidad
Hasta el siglo XIX no encontramos ningún enfoque científico sobre el envejecimiento y el rejuvenecimiento. El primero de ellos es obra de un distinguido científico ruso, Ilia Metchnikoff, que propuso tanto una teoría como un tratamiento para prevenir el envejecimiento y conseguir una revitalización.
Ilia Metchnikoff, ruso residente en Paris, era ya una figura científica de reconocido prestigio. Era biólogo, y había descubierto el fenómeno de la fagocitosis, por el que había recibido el Premio Nobel. Cuando comenzó a envejecer, dedicó su atención al mecanismo del envejecimiento y, con mente de biólogo, le pareció descubrir su fundamento.
Su observación básica fue que los animales de intestino largo (como los rumiantes) tenían una longitud de vida corta, (las vacas, diez-doce años), mientras que los de intestino corto (los carnívoros en general) tenían una longitud de vida larga. El hombre, omnívoro, tiene una longitud del intestino intermedia entre herbívoros y carnívoros. Algo había en el intestino que acortaba la vida de los animales que lo tenían largo. Por eso su primera conclusión, un tanto brutal, fue que para alargar la vida humana había que acortar el intestino mediante una operación quirúrgica.
Como esta propuesta era un tanto violenta, y no fue aceptada, Metchnikoff siguió su investigación intentando esclarecer qué ocurre dentro del intestino largo para producir este acortamiento de la vida. Llegó a a conclusión de que en el intestino hay dos tipos de bacterias: las saprófitas, que ayudan a los procesos vitales, en especial de absorción, y las patógenas, que provocan enfermedades. De joven predominan las saprofitas sobre las patógenas; pero a medida que envejecemos, predominan las patógenas sobre las saprofitas. Las bacterias patógenas generan toxinas que pasan a la sangre y envenenan lentamente al organismo. Por ello, la vejez es, en realidad un proceso de autointoxicación que proviene de las bacterias patógenas del intestino.
Dada esta primera conclusión (primera teoría científica, por errónea que sea, sobre el envejecimiento), el problema de Metchnikoff era cómo reponer en el intestino la flora bacteriana normal. Buscando datos, conoció el hecho de que en Bulgaria había un número de longevos superior a lo normal en zonas donde tomaban habitualmente leche fermentada, que llamaban yogur. Al estudiar este alimento comprobó que tenía numerosas bacterias vivas de un tipo muy semejante a las bacterias saprófitas del intestino, el lactobacilus, y que, por tanto, su ingestión normalizaba la flora intestinal, impidiendo la autointoxicación, causa del envejecimiento.
Metchnikoff introdujo en Occidente la utilización del yogur, que, aunque sea un alimento de extraordinario valor biológico, no es, como él suponía, la fuente de la juventud. Sin embargo, los estudios sobre longevidad y envejecimiento se enfocaron ahora desde un punto de vista muy distinto, por obra de otra personalidad de gran prestigio profesional, el frances Brown-Sequard. Nacido en 1817, había sido profesor e investigador en fisiología, destacando sus estudios sobre el sistema nervioso y el papel biológico de las glándulas suprarrenales.
A los setenta años, Brown-Sequard estaba muy preocupado de su envejecimiento, controlando periódicamente sus constantes vitales, entre ellas la fuerza muscular mediante un dinamómetro. Brown-Sequard partió de la suposición, antes indicada, de que el decaimiento sexual era el inicio del decaimiento orgánico general, y que si se revertía el primero, se obtendría un rejuvenecimiento corporal. Para ello preparó un extracto de testículos de cobaya que se fue inyectando subcutáneamente. A la tercera inyección se sintió notablemente rejuvenecido; como él mismo contó, subió las escaleras de su laboratorio de dos en dos, y objetivó el aumento de su fuerza muscular con su inseparable dinamómetro. Pocos días después de completado el tratamiento, el 1 de junio de 1889, expuso su descubrimiento en una sesión de la Societé de Biologie de Paris. Su comunicación produjo expectación, pues fue mezcla de exposición científica y de relato periodístico, ya que en su declaración de rejuvenecimiento incluyó que tras las inyecciones había podido «visitar» (delicada forma de declaración) a su joven esposa.
Las reacciones a la declaración de Brown-Sequard fueron de muy diverso signo; desde los partidarios, que incluso propusieron una suscripción pública para crearle un Instituto de Rejuvenecimiento, hasta los detractores de todo tipo, científicos o periodistas sensacionalistas.
Sin embargo, la polémica Brown-Sequard dejó de tener interés al aparecer otra técnica de tratamiento del envejecimiento: la cirugía. Y el protagonista fue un cirujano ruso, afincado en Francia: Serge Voronoff.
Serge Voronoff, de origen ruso, había tenido una vida realmente aventurera; entre otras actividades, fue médico personal de Abbas II, jedive de Egipto; entre sus funciones estaba el cuidado médico de los eunucos que custodiaban los harenes. Voronoff comprobó que la extirpación de los testículos producía un decaimiento físico en todo comparable al cuadro del envejecimiento. De ahí que considerara que el transplante de un testículo funcionante podría ser un tratamiento adecuado para el envejecimiento en general.
De vuelta a Francia, quiso poner en práctica sus ideas, pero el problema fundamental era disponer de un donante humano. Tras numerosos intentos (y recalcaba que sólo pedía un testículo) se convenció de la imposibilidad de su obtención regular, y decidió utilizar testículos provenientes del animal más cercano al hombre: los monos antropoides. De este modo, el 13 de junio de 1920 realizó el primer transplante testicular del mono al hombre, y, con un montaje publicitario espectacular, durante los dos años siguientes realizó 162 operaciones de transplante testicular.
Pero un incidente no controlado marcó el fin del sistema: los monos africanos de las últimas remesas, según se comprobó posteriormente, estaban infectados de sífilis, con lo que se transmitió la enfermedad al receptor, en un momento en que no había tratamientos eficaces para controlar esta enfermedad. Este hecho supuso, no sólo el descrédito del método de Voronoff, sino el descrédito general de todo el que hablara de tratamientos antienvejecimiento.
Hubo de pasar algún tiempo para que se pusieran en práctica dos tratamientos nuevos para el envejecimiento, que tuvieran alguna consideración (si no aceptación) por parte de la medicina oficial: los del Dr. Paul Niehans y la Dra. Ana Aslan.
El Dr. Paul Niehans era un cirujano suizo que desde el inicio de su carrera tuvo gran atracción por la cirugía endocrina, y, por otra parte, desarrolló una línea experimental de tratamiento mediante células vivas procedentes de embriones de oveja. Una afortunada herencia le permitió crear un centro para aplicar este tratamiento, la Clínica La Prairie, en Ginebra, donde estableció la aplicación sistemática de su técnica en muchas enfermedades, entre ellas el proceso del envejecimiento. Su éxito con numerosas figuras de renombre mundial, entre ellas el Papa Pio XII, le procuraron una fama mundial, que se extendió hasta su muerte. El Centro continúa, dirigido por sus discípulos, a la vez que diversos laboratorios preparan extractos de células vivas, preparados liofilizados, extractos de DNA, etc.
La Dra. Ana Aslan estudió medicina en Bucarest, y pronto entró a trabajar en el Instituto de Reumatología de esta ciudad. Se encargó de aplicar el tratamiento de inyecciones intraarticulares de novocaína para las enfermedades reumáticas, y observó que no sólo se producía una mejoría local en la articulación afecta, sino también una mejoría general. Por ello pidió se le realizara una preparación farmacológica para inyectar novocaína vía intramuscular, a la que se denominó Gerovital. Con esta aplicación se dedicó ya exclusivamente a los tratamientos de rejuvenecimiento, que pronto convirtieron a Bucarest y al Centro de la Dra. Aslan en referencia mundial, con una enorme cantidad de enfermos tratados, o de sanos con deseo de una protección específica antienvejecimiento.
La estadística sanitaria. La prevención
Hasta aquí hemos enumerado la sucesión histórica de tratamientos antienvejecimiento que pueden calificarse como de base empírica, aunque algunos de ellos hayan provocado, con posterioridad a su implantación, un estudio sobre sus posibles bases científicas. Metchnikoff mantenía que el envejecimiento es una autointoxicación tratable con bacilos similares a los saprófitos (yogur); Brown-Sequard sugería el aporte de hormonas sexuales mediante inyección de extractos de testículo, y Voronoff, con la misma idea base, proponía como técnica el transplante testicular. Niehans destacaba el papel rejuvenecedor de las células embrionarias, y la Dra. Ana Aslan proponía la novocaína (procaína) como fármaco fundamental en el proceso antienvejecimiento.
Un enfoque totalmente distinto, y de un mayor rigor científico, ha sido el proporcionado por las estadísticas sanitarias. Estas estadísticas, promovidas por los Ministerios o Departamentos de Salud de distintos países, o, en muchas ocasiones, por compañías de seguros, analizan cuidadosamente tanto los estilos de vida como las causas de muerte individuales, relacionándolas con la edad en que ésta se produce, y obteniendo resultados estadísticos de aplicación general. Es decir, que demuestran objetivamente cuales son los estilos de vida insanos, que conducen a un acortamiento de la longitud de vida.
Según ellas, pueden agruparse distintas causas de acortamiento de vida.
Unas veces son determinadas enfermedades: diabetes, hipertensión. Otras son estilos de vida que conducen a consecuencias patológicas. Son, en especial, la obesidad y la falta de ejercicio físico. Importa también la situación de la vivienda: ciudad, zona residencial, campo abierto. Igualmente la ingestión de tóxicos: papel del tabaco y del alcohol. Y por supuesto el de las drogas. Se destaca la importancia del estrés como factor de acortamiento vital, así como la correcta integración familiar y social, y el papel de la postura personal ante la vida (motivación, creencias, religión, etc).
Todo ello destaca que los estudios de medicina preventiva nos pueden indicar, claramente, cuales son los factores de todo tipo que acortan la vida, y, como consecuencia, podemos plantear que los estilos de vida opuestos son los que conducen a vivir una vida larga y sana.
Este planteamiento, que podemos denominar preventivo lo podemos resumir en una fórmula:
Para tener una vida larga y sana,
en vez de buscar cosas que alarguen la vida,
quitemos las cosas que acortan la vida
Importa, por ello, identificar y adoptar hábitos de salud: revisiones periódicas, control de la alimentación, práctica del ejercicio físico, practicar técnicas de relajación, tener una motivación personal para una vida larga y activa.
Este planteamiento, de base científica, y de lógica aplicación, ha tenido, sin embargo, un importante cambio en los años recientes por una nueva circunstancia: el estudio y demostración de los principales factores del envejecimiento, y su control mediante las técnicas antienvejecimiento.
Conocimiento científico del proceso del envejecimiento
El estudio científico del proceso del envejecimiento ha sufrido un cambio fundamental: el conocimiento de los principales factores que lo provocan. Y entre ellos destacan dos: los radicales libres, y la disminución de la secreción y la actuación de las hormonas en el organismo humano.
Esto hace que, conociendo los factores causantes del envejecimiento, dispongamos ya de técnicas adecuadas para disminuir su efecto. Frente a los radicales libres, los antioxidantes, y en relación al decaimiento hormonal, el tratamiento hormonal sustitutivo. Basando siempre su aplicación en los análisis de laboratorio que cuantifican, para cada persona, los productos y dosis necesarias, y las actividades físicas y mentales convenientes para conservar el estado normal de salud y bienestar y revertir, en lo posible, los efectos del antienvejecimiento.
Es importante añadir que la medicina antienvejecimiento se ha visto muy apoyada por los avances de la medicina y la cirugía estética, de modo que los avances biológicos conseguidos se vean reforzados por la mejora de la imagen corporal, tan importante para la propia conciencia de bienestar.
De este modo, frente al tratamiento preventivo, la llamada medicina antienvejecimiento propugna un tratamiento activo, dinámico, operativo, que nos permita lograr vivir una vida larga y sana. Podemos definirla como: la medicina antienvejecimiento es un sistema integral, preventivo y curativo, que a partir del estudio del envejecimiento natural, descarta los factores perjudiciales que producen un envejecimiento prematuro, proponiendo un sistema de vida de promoción de la salud, aplicando técnicas correctoras de los signos estéticos y orgánicos de decaimiento corporal.
Estamos, realmente, ante el nacimiento de una nueva especialidad médica. La OMS propone a la medicina tres tareas: tratar la enfermedad, prevenirla y promover la salud. Con una visión histórica, podemos apreciar cuántos son los logros de la medicina en los dos primeros campos. Ahora parece llegado el momento en que la medicina aplique sus conocimientos y sus técnicas a ayudar a llevar una vida larga y sana, gracias al apoyo de la medicina antienvejecimiento.
BIBLIOGRAFIA
Aslan: Contre la viellesse. Les Editions Nagel, Genève, 1985.
García Ballester, L: Galeno. Madrid, 1972.
Gruman G: A history of ideas about the prolongation of life. Transaction of the American Philosophical Society, vol 56, 1966.
Laín Entralgo, P: Historia de la Medicina. Salvat. Barceola, 1982.
López Piñero, J.M.: La medicina en la historia. Madrid, 2002.
Metchnikoff: The prolongation of life. Heinemann, Londres, 1907.
Niehans P: Therapeutique cellulaire. Payot, Lausana, 1952.
Trimmer EJ: Rejuvenation: a history of the idea. Version española: Rejuvenecimiento. La historia de una idea. Plaza& Janes, Barcelona, 1967.
Voronoff S: Testicular grafting from ape to man. Brentano. Londres, 1927.
Niehans P: Therapeutique cellulaire. Payot, Lausana, 1952.
Zaragoza JR: Una vida larga y sana. Planeta. Barcelona, 1990.

Medicina Antienvejecimiento. Historia y Teoría

Prof. Juan R. Zaragoza (Catedrático de la Facultad de Medicina de Sevilla) Dr. José Márquez-Serres (Presidente de la Sociedad Española de Medicina Antienvejecimiento y Longevidad – Vicepresidente de la European Anti-aging Medicine Society)
Introducción  Vivimos el auge de una nueva especialidad médica: la medicina antienvejecimiento, tan conocida generalmente por su denominación inglesa: anti-aging medicine. A su reconocimiento médico -sus bases biológicas y bioquímicas, su creciente aplicación clínica- se une una expectación social, manifestada en todos los medios de comunicación, y en la inquietud de muchas personas, que se preocupan por conocer sus fundamentos y sus principales logros, a veces con perspectivas exageradas.

Pero, tras cada realidad médica, hay una historia que la apoya y la razona. Y en la medicina antienvejecimiento, el deseo básico ha sido, en todas las épocas, el deseo de devolver al organismo humano la juventud perdida, esto es, rejuvenecer. Durante el siglo XX se concreta la idea de que, científicamente, no podemos hablar de rejuvenecimiento, sino todo lo más de una cierta revitalización de los órganos. Y ya en las postrimerías de siglo concretamos que lo que creemos que podemos realizar es, todo lo más, una prevención del envejecimiento. Obligada concreción de términos que exige una disciplicina científica rigurosa, como es la medicina antienvejecimiento.
Los médicos de la salud  Se define la medicina como «el intento de ayuda a un semejante enfermo», y se suele considerar, por tanto, su cometido, como la ciencia (o el arte) de diagnosticar y tratar las enfermedades. Es cierto, pero hay más. La medicina, también desde su inicio, ha aplicado técnicas más adecuadas para evitar la enfermedad (prevención) y para potenciar la salud, tanto individual como colectiva.
Por ello, en el ejercicio de la profesión médica, junto a los médicos con ejercicio clínico directo, siempre existieron médicos privados de grandes personajes (emperadores, papas, reyes, nobles, obispos, etc.) que se ocupaban, sobre todo, de mantener su salud y evitar la aparición de enfermedades. Se dice que los emperadores chinos pagaban a sus médicos mientras estaban sanos, pero cuando enfermaban, aparte de seguir sus tratamientos, les suprimían la paga, pues habían incumplido su obligación de mantenerlos sanos.
Estos médicos, a veces llamados arquiatras o protomédicos, se basaban, para mantener la salud de su personaje, en las normas establecidas por Galeno.
Galeno fue un extraordinario médico del siglo II d.C. Tras estudiar medicina, fue médico de los gladiadores del circo de su ciudad natal, Pérgamo, en el Asia Menor. Galeno tuvo que cuidar de su salud, a la vez que curar las heridas producidas en las luchas circenses. Posteriormente Galeno fue a Roma, donde destacó por su saber y su capacidad clínica. Llegó a ser médico de varios emperadores, entre ellos Marco Aurelio. Escribió muchos libros, que suponen una síntesis de la medicina de su tiempo, de modo que sus obras constituyen una auténtica enciclopedia de la medicina, que perduró en la práctica hasta el siglo XVII.
En relación a la salud y a la enfermedad, Galeno distingue lo que llama «cosas naturales», «cosas preternaturales» y «cosas no naturales». Las «cosas naturales» son las que constituyen la naturaleza del cuerpo: elementos, humores, espíritus, facultades, cuyo correcto funcionamiento es la base de la salud. Por otra parte está la enfermedad, que es una forma de vida distinta de la salud, al margen de la naturaleza. En el enfermo hay funciones fisiológicas alteradas, que llamamos disfunciones: alteración de la temperatura, de la respiración, del funcionamiento cardiaco, digestivo, urinario, etc. El enfermo vive, pues, una vida alterada, que Galeno llama «diatesis preternatural»; es decir, una forma de vida al margen de la naturaleza, una vida anormal.
Pero, finalmente, existen una serie de realidades que, ni están en el organismo humano (no son cosas naturales), ni están siempre en contra de su funcionamiento normal (como las enfermedades), sino que, según se utilicen, pueden actuar sobre el organismo de modo positivo o negativo, es decir, potenciando la salud, y curando la enfermedad, o disminuyendo la salud y potenciando la enfermedad.
En el galenismo establecido, estas realidades o cosas no naturales se agruparon en seis: el aire y el ambiente, la comida y la bebida, el trabajo y el descanso, el sueño y la vigilia, las secreciones y las excreciones, y los movimientos o afectos del alma.
Las «seis cosas no naturales» de GalenoSegún como se usen, pueden potenciar la salud y prevenir la enfermedad, o disminuir la salud natural y producir enfermedades. Son:
1. El aire y el ambiente,2. La comida y la bebida,3. El trabajo y el descanso, 4. El sueño y la vigilia,5. Las secreciones y las excreciones, y 6. Los movimientos o afectos del alma.

Con esta base, los médicos regularon la vida de sus ilustres pacientes, encaminándola a la salud. Como gran parte de la población quería también disfrutar de una vida sana, algunos médicos redactaron los llamados «Regímenes de Sanidad», que se difundieron mucho desde la baja edad media hasta el XVII. Uno de los más famosos fue el procedente de la Facultad de Medicina de Salerno, junto a Nápoles, denominado «Régimen de medicina salernitano». Tenían consejos dietéticos, de ejercicio, higiénicos, y hasta métodos de controlar los «afectos del alma», para alcanzar una vida larga y sana. En España se difundió mucho la obra del que fue médico del Emperador Carlos V, Luis Lobera de Avila, titulada «Banquete de nobles caballeros».
Rejuvenecimiento y sexualidad  Una primera observación, desde el principio de la humanidad, ha sido que, tanto en el hombre como en la mujer, el envejecimiento se acentúa cuando decaen la funciones sexuales: a partir de la menopausia en la mujer, y de la andropausia en el hombre. Por ello, dada esta relación decaimento sexual-envejecimiento, se supone que todo lo que potencia la capacidad sexual del hombre o de la mujer, detiene el envejecimiento y, por tanto, rejuvenece.
De ahí el gran papel asignado a los afrodisiacos, y a toda actuación que mejore el apetito sexual decaído. Veremos que, tanto en las prácticas empíricas, como en los primeros tiempos de la investigación científica del rejuvenecimiento, se ha concedido gran importancia a los tónicos sexuales en general, y, aun en la actualidad, a las hormonas sexuales femeninas y masculinas.
Métodos empíricos para la longevidad  Podemos decir que hasta el siglo XIX han existido dos aproximaciones distintas hacia la longevidad: el empirismo y la magia. Empirismo quiere decir utilizar lo que se sabe, o se supone, que va bien, aunque no se conozca el por qué. El pensamiento mágico, por otra parte, se basa en la creencia de que mediante ciertas actuaciones (rituales) podemos dominar los espíritus superiores, y obligarles a actuar de un modo determinado, para el bien o para el mal. A veces ambas posturas se encuentran mezcladas, favoreciéndose un tratamiento empírico con un ritual que se supone de apoyo.
Muchas plantas se han utilizado como supuestamente rejuvenecedoras, precisamente por su supuesta acción, empírica o mágica, sobre la sexualidad. Una de ellas ha sido la utilización del bulbo de la orquídea. Se suponía que la forma de ciertas partes de la planta (fruto, semilla, raíz) indicaba sus efectos; la nuez, con sus circunvoluciones, recuerda el cerebro, y por ello su consumo potenciaría las facultades intelectuales. De la misma forma, el bulbo de la orquídea tiene una forma semejante al testículo humano (de ahí su nombre, orchis, de donde procede orquitis, inflamación del testículo). Por ello el bulbo de la orquídea se utilizó como producto reafirmante de la sexualidad masculina y, a la vez, como rejuvenecedor.
Otra planta muy utilizada para el rejuvenecimiento fue la mandrágora. Su raíz presenta una forma semejante a la figura humana (en ocasiones acentuada intencionadamente por los recolectores). Se decía que al arrancarla del suelo la mandrágora daba un grito, y que quien lo oía podía morir o enloquecer; por ello el método habitual de extraerla era atar un perro al tallo de la planta y excitarle, para que al correr la arrancara.
En Occidente se introdujo, con efectos tonificadores, la raíz de una planta de origen coreano, el ginseng. Tiene un efecto reparador de fondo, y a la vez discretamente estimulante, por lo que se toma habitualmente como infusión, o bien integrado en diversos preparados farmacológicos existentes en el mercado, pero se le ha intentado atribuir un afecto rejuvenecedor que, desde luego, no posee.
Ciertas sustancias de origen animal se han administrado suponiendo, igualmente, su efecto afrodisiaco y rejuvenecedor. Las ostras, los productos derivados de la cantárida o la jalea real, segregada por las abejas para transformar la ninfa en abeja reina, son algunos ejemplos de ellas.
Pero quizá la leyenda más importante en relación con el rejuvenecimiento ha sido la de la fuente de la juventud. Se trataba de una fuente cuya agua tenía el maravilloso efecto de curar las enfermedades y rejuvenecer. Siempre se la situaba en tierras lejanas, como en el reino del Preste Juan de las Indias. Hay numerosas representaciones de su actuación, como el cuadro de Lucas Cranach el Joven, de 1546. En él se ve cómo el agua, que brota de un manantial, llena un estanque donde por un lado entran viejos y achacosos, y por el otro salen jóvenes esbeltos, con plena salud y belleza.
La localización de la fuente de la juventud fue un acicate constante para exploradores y conquistadores. Tras el descubrimiento de América, establecidos los españoles en la isla de La Española, un explorador, Juan Ponce de León, oyó hablar de que al norte se encontraba la isla de Bimini, con la fuente de la juventud. Persuadido de su existencia, pidió ayuda al rey Fernando el Católico para realizar una expedición y descubrirla. El rey Fernando, que acababa de enviudar de la Reina Isabel, y se había casado con la joven francesa Germana de Foix, se interesó en el tema y financió la expedición. Llegados a la supuesta isla el día de Pascua Florida, se la bautizó como «Florida», y pronto se vió que no era una isla, sino una península, con numerosas fuentes, por supuesto, pero sin efecto revitalizador alguno.
Los primeros enfoques científicos sobre la longevidad  Hasta el siglo XIX no encontramos ningún enfoque científico sobre el envejecimiento y el rejuvenecimiento. El primero de ellos es obra de un distinguido científico ruso, Ilia Metchnikoff, que propuso tanto una teoría como un tratamiento para prevenir el envejecimiento y conseguir una revitalización.
Ilia Metchnikoff, ruso residente en Paris, era ya una figura científica de reconocido prestigio. Era biólogo, y había descubierto el fenómeno de la fagocitosis, por el que había recibido el Premio Nobel. Cuando comenzó a envejecer, dedicó su atención al mecanismo del envejecimiento y, con mente de biólogo, le pareció descubrir su fundamento.
Su observación básica fue que los animales de intestino largo (como los rumiantes) tenían una longitud de vida corta, (las vacas, diez-doce años), mientras que los de intestino corto (los carnívoros en general) tenían una longitud de vida larga. El hombre, omnívoro, tiene una longitud del intestino intermedia entre herbívoros y carnívoros. Algo había en el intestino que acortaba la vida de los animales que lo tenían largo. Por eso su primera conclusión, un tanto brutal, fue que para alargar la vida humana había que acortar el intestino mediante una operación quirúrgica.
Como esta propuesta era un tanto violenta, y no fue aceptada, Metchnikoff siguió su investigación intentando esclarecer qué ocurre dentro del intestino largo para producir este acortamiento de la vida. Llegó a a conclusión de que en el intestino hay dos tipos de bacterias: las saprófitas, que ayudan a los procesos vitales, en especial de absorción, y las patógenas, que provocan enfermedades. De joven predominan las saprofitas sobre las patógenas; pero a medida que envejecemos, predominan las patógenas sobre las saprofitas. Las bacterias patógenas generan toxinas que pasan a la sangre y envenenan lentamente al organismo. Por ello, la vejez es, en realidad un proceso de autointoxicación que proviene de las bacterias patógenas del intestino.
Dada esta primera conclusión (primera teoría científica, por errónea que sea, sobre el envejecimiento), el problema de Metchnikoff era cómo reponer en el intestino la flora bacteriana normal. Buscando datos, conoció el hecho de que en Bulgaria había un número de longevos superior a lo normal en zonas donde tomaban habitualmente leche fermentada, que llamaban yogur. Al estudiar este alimento comprobó que tenía numerosas bacterias vivas de un tipo muy semejante a las bacterias saprófitas del intestino, el lactobacilus, y que, por tanto, su ingestión normalizaba la flora intestinal, impidiendo la autointoxicación, causa del envejecimiento.
Metchnikoff introdujo en Occidente la utilización del yogur, que, aunque sea un alimento de extraordinario valor biológico, no es, como él suponía, la fuente de la juventud. Sin embargo, los estudios sobre longevidad y envejecimiento se enfocaron ahora desde un punto de vista muy distinto, por obra de otra personalidad de gran prestigio profesional, el frances Brown-Sequard. Nacido en 1817, había sido profesor e investigador en fisiología, destacando sus estudios sobre el sistema nervioso y el papel biológico de las glándulas suprarrenales.
A los setenta años, Brown-Sequard estaba muy preocupado de su envejecimiento, controlando periódicamente sus constantes vitales, entre ellas la fuerza muscular mediante un dinamómetro. Brown-Sequard partió de la suposición, antes indicada, de que el decaimiento sexual era el inicio del decaimiento orgánico general, y que si se revertía el primero, se obtendría un rejuvenecimiento corporal. Para ello preparó un extracto de testículos de cobaya que se fue inyectando subcutáneamente. A la tercera inyección se sintió notablemente rejuvenecido; como él mismo contó, subió las escaleras de su laboratorio de dos en dos, y objetivó el aumento de su fuerza muscular con su inseparable dinamómetro. Pocos días después de completado el tratamiento, el 1 de junio de 1889, expuso su descubrimiento en una sesión de la Societé de Biologie de Paris. Su comunicación produjo expectación, pues fue mezcla de exposición científica y de relato periodístico, ya que en su declaración de rejuvenecimiento incluyó que tras las inyecciones había podido «visitar» (delicada forma de declaración) a su joven esposa.
Las reacciones a la declaración de Brown-Sequard fueron de muy diverso signo; desde los partidarios, que incluso propusieron una suscripción pública para crearle un Instituto de Rejuvenecimiento, hasta los detractores de todo tipo, científicos o periodistas sensacionalistas.
Sin embargo, la polémica Brown-Sequard dejó de tener interés al aparecer otra técnica de tratamiento del envejecimiento: la cirugía. Y el protagonista fue un cirujano ruso, afincado en Francia: Serge Voronoff.
Serge Voronoff, de origen ruso, había tenido una vida realmente aventurera; entre otras actividades, fue médico personal de Abbas II, jedive de Egipto; entre sus funciones estaba el cuidado médico de los eunucos que custodiaban los harenes. Voronoff comprobó que la extirpación de los testículos producía un decaimiento físico en todo comparable al cuadro del envejecimiento. De ahí que considerara que el transplante de un testículo funcionante podría ser un tratamiento adecuado para el envejecimiento en general.
De vuelta a Francia, quiso poner en práctica sus ideas, pero el problema fundamental era disponer de un donante humano. Tras numerosos intentos (y recalcaba que sólo pedía un testículo) se convenció de la imposibilidad de su obtención regular, y decidió utilizar testículos provenientes del animal más cercano al hombre: los monos antropoides. De este modo, el 13 de junio de 1920 realizó el primer transplante testicular del mono al hombre, y, con un montaje publicitario espectacular, durante los dos años siguientes realizó 162 operaciones de transplante testicular.
Pero un incidente no controlado marcó el fin del sistema: los monos africanos de las últimas remesas, según se comprobó posteriormente, estaban infectados de sífilis, con lo que se transmitió la enfermedad al receptor, en un momento en que no había tratamientos eficaces para controlar esta enfermedad. Este hecho supuso, no sólo el descrédito del método de Voronoff, sino el descrédito general de todo el que hablara de tratamientos antienvejecimiento.
Hubo de pasar algún tiempo para que se pusieran en práctica dos tratamientos nuevos para el envejecimiento, que tuvieran alguna consideración (si no aceptación) por parte de la medicina oficial: los del Dr. Paul Niehans y la Dra. Ana Aslan.
El Dr. Paul Niehans era un cirujano suizo que desde el inicio de su carrera tuvo gran atracción por la cirugía endocrina, y, por otra parte, desarrolló una línea experimental de tratamiento mediante células vivas procedentes de embriones de oveja. Una afortunada herencia le permitió crear un centro para aplicar este tratamiento, la Clínica La Prairie, en Ginebra, donde estableció la aplicación sistemática de su técnica en muchas enfermedades, entre ellas el proceso del envejecimiento. Su éxito con numerosas figuras de renombre mundial, entre ellas el Papa Pio XII, le procuraron una fama mundial, que se extendió hasta su muerte. El Centro continúa, dirigido por sus discípulos, a la vez que diversos laboratorios preparan extractos de células vivas, preparados liofilizados, extractos de DNA, etc.
La Dra. Ana Aslan estudió medicina en Bucarest, y pronto entró a trabajar en el Instituto de Reumatología de esta ciudad. Se encargó de aplicar el tratamiento de inyecciones intraarticulares de novocaína para las enfermedades reumáticas, y observó que no sólo se producía una mejoría local en la articulación afecta, sino también una mejoría general. Por ello pidió se le realizara una preparación farmacológica para inyectar novocaína vía intramuscular, a la que se denominó Gerovital. Con esta aplicación se dedicó ya exclusivamente a los tratamientos de rejuvenecimiento, que pronto convirtieron a Bucarest y al Centro de la Dra. Aslan en referencia mundial, con una enorme cantidad de enfermos tratados, o de sanos con deseo de una protección específica antienvejecimiento.
La estadística sanitaria. La prevención  Hasta aquí hemos enumerado la sucesión histórica de tratamientos antienvejecimiento que pueden calificarse como de base empírica, aunque algunos de ellos hayan provocado, con posterioridad a su implantación, un estudio sobre sus posibles bases científicas. Metchnikoff mantenía que el envejecimiento es una autointoxicación tratable con bacilos similares a los saprófitos (yogur); Brown-Sequard sugería el aporte de hormonas sexuales mediante inyección de extractos de testículo, y Voronoff, con la misma idea base, proponía como técnica el transplante testicular. Niehans destacaba el papel rejuvenecedor de las células embrionarias, y la Dra. Ana Aslan proponía la novocaína (procaína) como fármaco fundamental en el proceso antienvejecimiento.
Un enfoque totalmente distinto, y de un mayor rigor científico, ha sido el proporcionado por las estadísticas sanitarias. Estas estadísticas, promovidas por los Ministerios o Departamentos de Salud de distintos países, o, en muchas ocasiones, por compañías de seguros, analizan cuidadosamente tanto los estilos de vida como las causas de muerte individuales, relacionándolas con la edad en que ésta se produce, y obteniendo resultados estadísticos de aplicación general. Es decir, que demuestran objetivamente cuales son los estilos de vida insanos, que conducen a un acortamiento de la longitud de vida.
Según ellas, pueden agruparse distintas causas de acortamiento de vida.
Unas veces son determinadas enfermedades: diabetes, hipertensión. Otras son estilos de vida que conducen a consecuencias patológicas. Son, en especial, la obesidad y la falta de ejercicio físico. Importa también la situación de la vivienda: ciudad, zona residencial, campo abierto. Igualmente la ingestión de tóxicos: papel del tabaco y del alcohol. Y por supuesto el de las drogas. Se destaca la importancia del estrés como factor de acortamiento vital, así como la correcta integración familiar y social, y el papel de la postura personal ante la vida (motivación, creencias, religión, etc).
Todo ello destaca que los estudios de medicina preventiva nos pueden indicar, claramente, cuales son los factores de todo tipo que acortan la vida, y, como consecuencia, podemos plantear que los estilos de vida opuestos son los que conducen a vivir una vida larga y sana.
Este planteamiento, que podemos denominar preventivo lo podemos resumir en una fórmula:
Para tener una vida larga y sana,en vez de buscar cosas que alarguen la vida,quitemos las cosas que acortan la vida
Importa, por ello, identificar y adoptar hábitos de salud: revisiones periódicas, control de la alimentación, práctica del ejercicio físico, practicar técnicas de relajación, tener una motivación personal para una vida larga y activa.
Este planteamiento, de base científica, y de lógica aplicación, ha tenido, sin embargo, un importante cambio en los años recientes por una nueva circunstancia: el estudio y demostración de los principales factores del envejecimiento, y su control mediante las técnicas antienvejecimiento.
Conocimiento científico del proceso del envejecimiento  El estudio científico del proceso del envejecimiento ha sufrido un cambio fundamental: el conocimiento de los principales factores que lo provocan. Y entre ellos destacan dos: los radicales libres, y la disminución de la secreción y la actuación de las hormonas en el organismo humano.
Esto hace que, conociendo los factores causantes del envejecimiento, dispongamos ya de técnicas adecuadas para disminuir su efecto. Frente a los radicales libres, los antioxidantes, y en relación al decaimiento hormonal, el tratamiento hormonal sustitutivo. Basando siempre su aplicación en los análisis de laboratorio que cuantifican, para cada persona, los productos y dosis necesarias, y las actividades físicas y mentales convenientes para conservar el estado normal de salud y bienestar y revertir, en lo posible, los efectos del antienvejecimiento.
Es importante añadir que la medicina antienvejecimiento se ha visto muy apoyada por los avances de la medicina y la cirugía estética, de modo que los avances biológicos conseguidos se vean reforzados por la mejora de la imagen corporal, tan importante para la propia conciencia de bienestar.
De este modo, frente al tratamiento preventivo, la llamada medicina antienvejecimiento propugna un tratamiento activo, dinámico, operativo, que nos permita lograr vivir una vida larga y sana. Podemos definirla como: la medicina antienvejecimiento es un sistema integral, preventivo y curativo, que a partir del estudio del envejecimiento natural, descarta los factores perjudiciales que producen un envejecimiento prematuro, proponiendo un sistema de vida de promoción de la salud, aplicando técnicas correctoras de los signos estéticos y orgánicos de decaimiento corporal.
Estamos, realmente, ante el nacimiento de una nueva especialidad médica. La OMS propone a la medicina tres tareas: tratar la enfermedad, prevenirla y promover la salud. Con una visión histórica, podemos apreciar cuántos son los logros de la medicina en los dos primeros campos. Ahora parece llegado el momento en que la medicina aplique sus conocimientos y sus técnicas a ayudar a llevar una vida larga y sana, gracias al apoyo de la medicina antienvejecimiento.    BIBLIOGRAFIA  Aslan: Contre la viellesse. Les Editions Nagel, Genève, 1985.García Ballester, L: Galeno. Madrid, 1972.Gruman G: A history of ideas about the prolongation of life. Transaction of the American Philosophical Society, vol 56, 1966.Laín Entralgo, P: Historia de la Medicina. Salvat. Barceola, 1982.López Piñero, J.M.: La medicina en la historia. Madrid, 2002.Metchnikoff: The prolongation of life. Heinemann, Londres, 1907.Niehans P: Therapeutique cellulaire. Payot, Lausana, 1952.Trimmer EJ: Rejuvenation: a history of the idea. Version española: Rejuvenecimiento. La historia de una idea. Plaza& Janes, Barcelona, 1967.Voronoff S: Testicular grafting from ape to man. Brentano. Londres, 1927.Niehans P: Therapeutique cellulaire. Payot, Lausana, 1952.Zaragoza JR: Una vida larga y sana. Planeta. Barcelona, 1990.