LA LISADOTERAPIA: FUNDAMENTOS Y APLICACIONES
Autor: Dr. Gustavo Cointry
Bioquímico – Universidad Nacional de Rosario (Argentina)
Doctor en Bioquímica – Universidad de Buenos Aires (Argentina)
Investigador Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Argentina)
La naturaleza se rige por leyes y teorías esencialmente químicas y físicas. Todo proceso, acto o desarrollo puede ser explicado recurriendo a las leyes que fundamentan esas ciencias. Las terapias denominadas naturales o biológicas no escapan a estos lineamientos básicos, independientemente de la teoría o doctrina que las haya originado. No es necesario negar los conocimientos previos, y recurrir a otras teorías. Por el contrario, la investigación puede aplicarse en estos casos para validar estas terapias y encontrar sus fundamentos. Esto enriquece el conocimiento de la ciencia occidental y avala aún más el uso de la terapia en cuestión. Esto puede observarse en el caso paradigmático de la acupuntura. Esta terapia natural surgió a partir de la teoría del ying y del yang en la antigua china y fundamenta su uso en el flujo del qi o energía. Se utiliza desde hace miles de años y se ha observado que los resultados son muy positivos en distintas enfermedades. Hoy en día existen varias teorías que dan fundamento a su aplicación. Algunas de ellas involucran la liberación de neurotransmisores, endorfinas y sistemas opioides. Esto no significa desdeñar los conocimientos tradicionales, que también resultan de utilidad en muchos casos, sino que abre el panorama a otros profesionales que tienen una formación científica occidental y pueden hacer uso de estas terapias tan eficaces en ciertos casos.
Las terapias biológicas o naturales se diferencian de la medicina convencional (también llamada alopática) por recurrir a medios menos agresivos, recopilar conocimientos ancestrales o tradicionales, utilizar elementos de la naturaleza y propender a mantener la salud del individuo como un todo. Partiendo de estos conceptos, y apoyado en sus sólidas convicciones, el Dr. Villar comenzó sus experiencias en la utilización de hidrolizados proteicos con el objeto de “fortalecer el terreno” [5], es decir estimular al organismo de manera de que él mismo pudiera defenderse de las agresiones de patógenos externos. Esto fue lo que llevó a cabo en su primer experiencia, a través de la administración de hidrolizado enzimático de músculo estriado bovino a 50 conscriptos que sufrían tuberculosis. El éxito de este primer ensayo, llevó al Dr. Villar y , luego de su muerte, a sus hijos Mariano y Alfredo, a profundizar sus trabajos con otros órganos. Así fue como se desarrollaron una gran variedad de lisados, para atender diversos estados patológicos.
Los hidrolizados de proteínas se obtienen a partir de tejidos animales o vegetales, los cuales son sometidos a un proceso de hidrólisis (digestión) enzimática, similar a la desarrollada en el estómago, con la misma enzima (pepsina) y a la mismas condiciones de temperatura y pH [5]. El resultado de este proceso es un líquido rico en aminoácidos, libres y combinados, como péptidos de bajo peso molecular.
Los fundamentos que avalan esta terapia son los siguientes:
1) Administración de aminoácidos esenciales
2) Administración de péptidos con actividad biológica
3) Generación del efecto de tolerancia oral por administración de antígenos homólogos en enfermedades autoinmunes.
1) Administración de aminoácidos esenciales
Es suficientemente difundida la necesidad de ingestión de aminoácidos naturales en determinadas cantidades, para el correcto funcionamiento del organismo [2, 5, 15]. Si no se asegura esa cantidad a través de la alimentación, deben administrarse suplementos dietarios que contengan esos aminoácidos en cantidades suficientes para cumplir con esos requisitos.
2) Administración de péptidos con actividad biológica
La presencia de péptidos pequeños con actividad biológica le da a los lisados sus caraterísticas más apreciables: la capacidad de estimular la síntesis y replicación celular, actuando específicamente sobre determinados órganos [5]. Actualmente se conocen cientos de péptidos pequeños con actividad biológica (hasta 15 kDa) que resultan importantes en la regulación del funcionamiento celular y orgánico [4, 6, 12, 13, 14, 17, 14, 21. 22, 26].
Al ingerir por vía oral un lisados, los péptidos grandes y proteínas son atacados por enzimas, entre ellas tripsina, quimotripsina, provenientes del páncreas, que los degradan a péptidos de pequeño tamaño y aminoácidos libres (2). Cabe acotar que la pepsina estomacal no los afecta, porque han sido obtenidos por hidrólisis con esa misma enzima (5). Un porcentaje de péptidos pequeños, algunos de ellos biológicamente activos, pueden ser absorbidos en el lumen intestinal, a través de dos vías alternativas (Figura 1) [18, 24]:
- La vía transcelular, a través de la cual los péptidos son transportados mediante células epiteliales y transferidos a la circulación sistémica. Esto puede ocurrir como resultado de transporte activo, pasivo o invaginaciones de la membrana. En el interior celular las endo y exopeptidasas degradan estos péptidos hasta di o tripéptidos y aminoácidos libres. Los péptidos que más frecuentemente se absorben son los hidrofóbicos y los de mayor peso molecular.
- La vía paracelular comprende el transporte de sustancias a través de las uniones estrechas (tight junction) y subsecuentemente del espacio intersticial. Se considera que es una ruta que transporta fundamentalmente péptidos hidrofílicos, y está restringida a péptidos hidrofílicos y de bajo peso molecular. Los péptidos transportados a través de esta ruta no resultan afectados por enzimas.
Si bien en ambos casos, la posibilidad de absorción de péptidos bioactivos es relativamente baja [24], la vía transcelular tiene mayor chance de ser responsable la absorción intestinal de péptidos bioactivos y su paso al torrente circulatorio. Para incrementar la absorción de estos péptidos es importante su modo de administración. La experiencia nos ha demostrado que los efectos de los productos son óptimos cuando se ingieren con un poco de agua (no demasiada) y entre 10 y 20 minutos antes del desayuno. De esta manera, la absorción intestinal es superior que en otros momentos del día, lo que permite que los péptidos suministrados sean absorbidos en mayor porcentaje. [5].
Luego de la absorción de estos péptidos (llamados también factores de crecimiento), se distribuyen en los vasos sanguíneos, y antes de que sean captados en hígado para su degradación, se unen a receptores celulares específicos en el órgano blanco. Allí desencadenan una respuesta secundaria (fosforilación de proteinas, segundos mensajeros) que inducen la replicación del DNA, pasando de la fase S (reposo) a la fase G2 (duplicación) del ciclo celular (Figura 2 y 3)[2]. Esto permite que las células del órgano se reproduzcan y, de esta manera, optimizar la función orgánica, o, en caso de lesión, la recuperación [5].
Se ha demostrado que estos péptidos intervienen en la autorregeneración de órganos en condiciones normales [10, 20]. El mecanismo involucrado es el siguiente: 1) el órgano es agredido por anoxia, tóxicos, agentes patógenos, etc. 2) se produce la muerte y lisis de algunas células 3) se liberan en el medio péptidos parácrinos o autocrinos 4) esos factores se unen a receptores específicos en el mismo órgano 5) se produce el estímulo de la duplicación celular, según describimos anteriormente 6) se regenera el órgano y recupera su función. Los factores autocrinos son los que segrega una célula y son reconocidos recibida específicamente por otra célula del mismo tipo (Figura 4). Los factores parácrinos son los que son segregados por una célula y que son reconocidos específicamente por otro tipo celular. Toda esta secuencia de eventos no siempre es suficiente para la recuperación total del órgano [10]. Sin embargo, este mecanismo puede inducirse a través de la ingestión oral de lisados, proveyendo péptidos biológicamente activos al torrente circulatorio
También algunos péptidos pequeños (tripéptidos) tienen propiedades de inhibidores de la angiotensina-convertasa (ACE), que es una hormona que interviene en la regulación de la presión sanguínea y posee un marcado efecto hipotensor. Estos péptidos fueron descubiertos en vasos porcinos [26] y e inhiben la secreción de esta hormona [12, 13, 17, 19].
3) Generación del efecto de tolerancia oral por administración de autoantígenos en enfermedades autoinmunes.
Antes de explicar los mecanismos que generan la tolerancia oral y su uso para el tratamiento de enfermedades autoinmunes, es conveniente recodar algunos conceptos relativos a los mecanismos que regulan la inmunidad en el ser humano.
La principal función del sistema inmunológico es proteger al organismo frente al sinnúmero de agentes externos capaces de generar infecciones. La razón de que nuestro organismo sobreviva a dichas infecciones se debe a que posee un sistema de defensa capaz de enfrentar con éxito esta clase de procesos. Toda sustancia extraña que pueda poner en marcha estos mecanismos de defensa se denomina antígeno [3].
El organismo posee dos formas de enfrentar a los antígenos:
(1) Inmunidad innata o inespecífica; que es la primera barrera de defensa; intervienen en ella la piel, mucosas y la respuesta inflamatoria; e
(2) Inmunidad específica o adaptativa; que es de mucha mayor complejidad que la anterior y en la que participan células con receptores de alta especificidad, como los linfocitos T y B que permiten reconocer específicamente a cada uno de los antígenos que entren en contacto con el organismo. Además, posee memoria, lo que significa que ante un segundo ataque del mismo agente invasor, la respuesta inmune será más rápida e intensa. Cada línea celular capaz de reconocer específicamente un antígeno, se denomina “clon”
Esta inmunidad adaptativa puede utilizar mecanismos humorales o celulares. El primer caso linfocitos B se diferencian en plasmocitos que a través de la liberación de anticuerpos a la circulación general o a las mucosas tienen a su cargo la eliminación o neutralización del agente invasor. En el caso de inmunidad celular, son las células T las que intervienen, reconociendo al antígeno, y desencadenan la respuesta inmune, eliminando directamente al agente invasor [3].
El tipo de mecanismo que actúa en cada caso dependerá del tipo de agente invasor. Para eliminar agentes patógenos que se dividen en forma extracelular, la inmunidad humoral será la respuesta más eficiente. Cuando se trata de agentes patógenos que se dividan intracelularmente, el mecanismo más eficaz será la inmunidad celular [3].
Cualquiera sea el mecanismo implicado, la inmunidad adaptativa realiza un proceso de aprendizaje mediante el cual puede discriminar entre antígenos propios del organismo (autoantígenos) y aquellos que no lo son.
El mecanismo de inmunidad celular comienza con la actividad de las células presentadoras de antígenos (CPA, una célula de la familia de los macrófagos), que endocita el antígeno y lo procesa para que el linfocito T lo reconozca y se active. Para que el linfocito T se active debe recibir dos señales. Una señal específica que se adquiere a través del contacto con el antígeno procesado (unido a una molécula de superficie de la CPA, denominada MHC I, complejo mayor de histocompatibilidad clase I) y una señal inespecífica que se origina en la interacción moléculas accesorias del linfocito T y la CPA (coactivación) (Figura 5) [3].
Existen un grupo de patologías en las cuales, sin causa aparente, se produce una reacción de inmunidad celular a ciertos autoantígenos,. Estas enfermedades reciben el nombre de enfermedades autoinmunes. Algunas de dichas enfermedades atacan específicamente a un órgano (por lo que se denominan “órgano específicas”) , como por ejemplo al cerebro y nervios (esclerosis múltiple), al ojo (uveítis autoinmune), al páncreas (diabetes tipo I ), etc. Otras son más generalizadas, reconociendo antígenos de amplia distribución y la formación de complejos inmunes que se depositan en riñón, piel, articulaciones (por ej. lupus eritematoso sistémico y otras colagenopatías) [3, 16].
Por otro lado, la falta de respuesta inmune a un antígeno, cualquiera sea este, se define como tolerancia (3). La entrada de un antígeno por vía oral genera una respuesta inmune particular caracterizada por la capacidad de inducir tolerancia, en la que están vinculadas las placas de Peyer intestinales. Esta inhibición de la respuesta es llamada tolerancia oral y es una respuesta antígeno específica, es decir que se suprime o inhibe únicamente el clon que reacciona con ese antígeno (9, 28). Este mecanismo es que habitualmente ocurre al consumir alimentos, y permite que estos no desencadenen reacciones inmunológicas (Figura 6).
Si el linfocito T que se activa es de los denominados Th1, estos proliferan y segregan sustancias que activan la proliferación de linfocitos T citotóxicos (interleuquina 2, IL2 e interferón gamma, INF gamma). Estos linfocitos son los que tienen la función de destruir al agente agresor. Si el linfocito T que se activa es de los denominados Th2, también proliferan pero segregan otro tipo de sustancias (IL4 y TGF beta) que regulan la respuesta inmune celular e inducen la liberación de inmunoglobulinas E, que actúan en la respuesta inmunológica parasitaria. Los linfocitos Th1 son los responsables de desencadenan la reacción inmunológica que se observa en las enfermedades autoinmunes (16). Por el contrario, parece que los linfocitos Th1 están vinculados con la generación de tolerancia oral.
Se ha demostrado en ensayos con animales y estudios con seres humanos que la inducción de tolerancia oral puede ser eficaz para el tratamiento de patologías autoinmunes [5,25,28].
En el hidrolisado proteico administrado por via oral existen fragmentos peptídicos de varias longitudes, capaces de inducir tolerancia oral. Estos fragmentos penetran en el tejido linfoideo intestinal a través de las células M de las placas Peyer o a través de líneas celulares especializadas de las vellosidades intestinales. Los péptidos (generalmente entre 9 a 15 aminoácidos) se presentan a través de las CPAs y estimulan linfocitos B y T. En este punto es que entran en juego los linfocitos TH2, vinculados con la liberación de las citoquinas regulatorias de la respuesta inmune, y la inducción de tolerancia oral [8, 9, 11, 23, 25, .27, 28].
Mecanismos postulados para la inducción de tolerancia oral
Existe evidencia experimental que demuestra que la tolerancia oral puede producirse a través de tres mecanismos diferentes: la supresión activa, anergia clonal y deleción clonal (Figura 7). Se ha demostrado que éstos mecanismos no son excluyentes y pueden actuar individualmente o combinados entre sí. La dosis del antígeno es el factor primario que determina la forma de tolerancia desarrollada luego de la administración oral. La generación de tolerancia debida a la supresión activa por linfocitos T reguladores (principalmente TH1) está favorecida por administración de dosis bajas de antígeno, mientras que la administración de dosis altas de antígenos produce el desarrollo de tolerancia debido a anergia o deleción.
Supresión activa
Las dosis bajas de antígeno presentadas preferentemente por las células presentadora de antígenos intestinales inducen linfocitos Th1 para el antígeno presentado. Estas células migran del intestino hacia los órganos linfoideos y el sistema circulatorio general encontrando y reconociendo el mismo antígeno (o similar) en el órgano blanco (enfermo). Allí estimulan la secreción de TGF-beta, IL4 y IL10. Estas sustancias inhiben el proceso inflamatorio que da origen a la enfermedad autoinmune. Este proceso es conocido como supresión activa (Figura 8) [9, 23, 28.
La acción de citoquinas inhibidoras no es antígeno-específica, pero el estímulo de su secreción por células T reguladoras es dependiente en el reconocimiento de peptidos antigénicamente específicos en el contexto de las CPAs. No es necesario que el antígeno ingerido sea similar al antígeno que produce la enfermedad, para producir tolerancia oral. Basta que el antígeno ingerido se encuentre en la vecindad del antígeno productor de la enfermedad. Este fenómeno se denomina supresión espectadora [28]. Esto quiere decir que en el caso de una enfermedad autoinmune que afecte a un determinado órgano, por ejemplo, el ojo, no es necesario ingerir (ni siquiera identificarla) la misma proteína que la que produjo la enfermedad. Ingiriendo cualquier otro antígeno proveniente del ojo se puede inducir el mismo efecto. Por esta razón un hidrolisado de proteínas provenientes del ojo, constituye una atractiva alternativa para el tratamiento de esta patología [5].
Anergia clonal
Altas dosis de antígeno administradas oralmente resultan en la presentación sistémica del antígeno después de que el antígeno se absorbe por el intestino y entra en la circulación sistémica como proteína intacta o fragmentos de antígeno. Estas altas dosis inducen falta de respuesta de la célula Th1, conocida como anergia clonal. No está aún dilucidado si la anergia clonal que sigue la administración de altas dosis de antígeno representa el pasaje directo de pequeñas cantidades de antígeno dentro de la circulación portal o sistémica, o depende de filtración intestinal. Tampoco está aún en claro por qué la administración de altas dosis de antígeno reduce la supresión activa, aunque se supone que podría estar relacionado con el hecho de que las células anergizadas estarían involucradas en la generación de supresión activa [9, 28. También es desconocido el grado en que los requerimientos coestimulatorios, las citoquinas del medio y los epitopes diferenciales de reconocimiento pueden favorecer preferencialmente la generación de anergia en linfocitos Th1 [9, 28].
Deleción clonal
Este mecanismo también se presenta cuando el antígeno en cuestión se encuentra en dosis altas. . Al entrar en contacto el antígeno, este produce una respuesta inmunológica específica que lleva a la desaparición del clon de linfocitos Th1 implicados en la generación de la enfermedad [1]. Este fenómeno producido es similar al que se observa durante la gestación, cuando adquiere tolerancia a antígenos propios, permitiéndole al sistema inmune discriminar antígenos propios y no propios. En este caso, la enfermedad resultaría curada.
La tolerancia oral es un fenómeno muy complejo que involucra varios mecanismos naturales (que incluso a veces se combinan entre sí). Pese a su complejidad resulta una terapia de muy fácil administración y es sumamente eficaz para el tratamiento de enfermedades autoinmunes. Además, por tratarse un fenómeno natural y utilizar proteínas naturales en cantidades similares a las nutricionales, no presenta efectos secundarios ni colaterales de ningún tipo.
Forma de uso de los lisados
La administración de los lisados debe hacerse por vía oral, aproximadamente 10-20 minutos antes del desayuno, para su mejor absorción. La dosis recomendada es de 5 a 10 ml. de cada uno, y pueden combinarse los lisados de acuerdo al criterio médico. No se han reportado efectos colaterales ni secundarios de ninguna especie a las dosis recomendadas. Se pueden combinar con cualquier otra terapia, natural o alopática [5].
Conclusiones
De todo lo expuesto previamente se desprende que la lisadoterapia es una terapia no agresiva y con sólidos fundamentos científicos. Además, es natural desde tres aspectos:
1 – Se obtiene a partir de materias primas naturales (proteínas vegetales y animales)
2 – El proceso de elaboración es completamente natural (hidrólisis enzimática similar a la digestiva)
3 – Los efectos desencadenados en el individuo son completamente naturales (nutrición, estímulo natural y selectivo de los órganos, regulación inmunológica)
Todo esto hace de la lisadoterapia una terapéutica muy atractiva para el tratamiento y la prevención de una gran variedad de patologías, pudiendo usarse con amplitud, debido a su inocuidad y posibilidad de combinación con otras terapias.
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