Aeroiones negativos y prevención del envejecimiento
Prof. Juan R. Zaragoza, Prof. Mª Carmen San José
Universidad de Sevilla
Indroducción
Entre los medios físicos que pueden contribuir a la prevención del envejecimiento, uno de los más interesantes son los aeroiones negativos. Vamos a repasar, por un lado, los datos empíricos disponibles, y, por otro, las evidencias científicas obtenidas en los trabajos realizados en nuestra Área de Radiología y Medicina Física, que avalan este punto de vista.
Los aeroiones negativos
Existen desde siempre observaciones de que, en ciertos lugares y en ciertas épocas o momentos, el aire atmosférico tiene un comportamiento que podríamos denominar agresivo, mientras que en otros lugares y ocasiones su actuación es sedante, beneficiosa y grata.

Ejemplos del comportamiento agresivo son ciertos vientos: el fohen en los Alpes; el sharav en Israel; la tramontana en Cataluña, y los vientos procedentes de tierra (levante o poniente según las costas).

En su presencia hay transtornos corporales: malestar generalizado, hipertensión, cefaleas, nerviosismo, transtornos del sueño, etc.

Por el contrario, en ciertos lugares la atmósfera proporciona una sensación placentera: las altas montañas, las costas, sobre todo con zona de rompeolas; y los bosques.

Fue el ruso Chijewsky quien sentó las bases fisiológicas de estas actuaciones, al formular la teoría de los aeroiones. La mayoría de las moléculas del aire son neutras. Sin embargo, algunas de ellas están cargadas positiva o negativamente. De sus estudios se dedujo (y las cifras se mantienen) que el número de moléculas cargadas en el aire es de sólo 4.000 a 5.000 por c.c., y la proporción de cargas es de 5 moléculas positivas por cada 4 negativas. La causa de esta desproporción es la ligera carga negativa de la Tierra, que atrae (débilmente) las cargas positivas y rechaza (débilmente) las negativas.

Es interesante indicar que los aeroiones tienen una vida breve. Los iones negativos se forman por la acción de la radiación solar, y, sobre todo, por la función clorofílica de las plantas, que liberan O2. También lo hacen por la pulverización de gotas de agua, quedando las de menor tamaño con carga negativa. Los iones positivos se forman sobre todo por mecanismos de fricción (roce del viento con las montañas o con los desiertos).

Esta es la situación de las cargas eléctricas en la naturaleza libre. Pero desde hace unos 150 años, en los países desarrollados se vive masivamente en las ciudades. Y en ellas la situación varía. Por una parte, en ellas disminuyen enormemente los mecanismos de producción de aeroiones (no hay parques naturales extensos). Por otra, la polución atmosférica (calefacción, humos industriales y de los automóviles) acerca y neutraliza las cargas de distinto signo. Además, tanto en la calle como en espacios cerrados se producen numerosos iones positivos. Esto hace que las dos características del aire en la ciudad sean: la disminución general del número de iones (bajando a 500, 200 ¡o incluso a ninguno¡ por c.c. en caso de extremada polución), y el aumento relativo de los aeroiones positivos respecto a los negativos.

Los efectos de los iones se pudieron sistematizar con la introducción de la teoría del estrés de Selye. Los iones positivos son estresantes, agresores, producen o potencian los mecanismos del estrés. Los iones negativos, en cambio, potencian el mecanismo de relajación. Lo cual explica debidamente sus acciones fisiológicas, antes mencionadas.

Según Chijewsky, y según confirman los estudios posteriores, para una vida sana y sin agresiones, debemos vivir en una atmósfera de equilibrio iónico, como la indicada para la atmósfera natural. El hecho de que vivamos en ciudades nos impone, mediante los aeroiones positivos en exceso vehiculados por nuestra respiración, una constante agresión orgánica. Por ello debemos crear en torno nuestro un ambiente de aeroiones negativos, que se conseguirán mediante los ionizadores negativos, unidades de bajo costo y de gran utilidad en el mantenimiento de la salud. Decía Chijewsky que los aeroiones negativos son «las vitaminas del aire»; quien tiene en su dieta las vitaminas suficientes no precisa suplementarlas; del mismo modo, quien vivie en atmósfera libre no necesita un complemento de areoiones negativos; los necesita quien, por vivir o trabajar en la ciudad, está carente de ellos y sometido al influjo de los aeroiones positivos.

Aeroiones negativos y longevidad
El hecho de que la vida en el campo sea, en cuanto a condiciones ambientales, superior a la vida en la ciudad, tiene que ver con la actuación de los iones negativos; el hecho de que los mayores grupos de centenarios (Abjasia, Vilcabamba, Hunza) se den en zonas de gran altura, indica que algún papel tienen los iones negativos en esta longevidad. Sin embargo, la comprobación del efecto de los iones negativos sobre la longevidad la podemos realizar por vía indirecta, basándonos en su capacidad de bloquear el mecanismo del estrés y potenciar el estado de relajación. Si consideramos que el estrés es uno de los mecanismos de acortamiento de la vida, por todas las enfermedades que de él derivan, los aeroiones negativos, por su papel protector, constituyen un mecanismo de longevidad.

Sin embargo, aparte de esta consideración general, hay numerosas demostraciones de este efecto. Queremos aportarles brevemente dos, realizadas en la Facultad de Medicina de Sevilla, y que demuestran el efecto protector de los aeroiones negativos frente al mecanismo del estrés.

1. Efecto protector de los aeroiones negativos sobre el síndrome de irradiación corporal total (Trabajo realizado con la Dra. Reyes Núñez).
Definimos como dosis letal (DL 50/30) la dosis de radiación que administrada a un grupo de animales de las mismas características, llevará a la muerte a la mitad de ellos a los 30 días. Esta dosis, para el ratón, está en torno a los 6 Gy.

La experiencia realizada consistió en intentar comprobar el efecto, protector o potenciador, de los aeroiones negativos sobre el efecto de la irradiación corporal total. Para ello se prepararon dos grupos de 24 ratones cada uno, y se irradiaron a una dosis supraletal DL50/30, de 15 Gy. En un grupo se realizó la irradiación sin aeroiones, mientras que en el segundo grupo los animales estuvieron sometidos a aeroiones negativos antes, durante y después de la irradiación.

Durante la realización de la prueba fuimos comprobando que las curvas de mortalidad de ambos grupos (fig 1), eran semejantes, por lo que parecía que los aeroiones negativos no tenían ningún papel, acelerador o protector, sobre la mortalidad por irradiación. Sin embargo, pensamos que este hecho se podía deber a que la dosis administrada era muy intensa, bloqueando los posibles mecanismos antagonistas o reparadores del efecto de la radiación.

Figura 1

Por ello se repitió la experiencia administrando ahora, a cada grupo de 24 ratones, (sin y con protección de aeroiones) una dosis de 10 Sv. Con esta dosis, se pudo ya apreciar el efecto de los aeroiones negativos sobre la mortalidad por irradiación total. Se distinguen dos curvas distintas (fig 2). La de los animales irradiados sin protección de aeroiones, es ahora de menor pendiente, pero apreciándose el aumento continuado de mortalidad. En cambio, en la curva correspondiente a los animales con protección de aeroiones negativos, se aprecia que, con un comienzo muy similar a la anterior (hasta el día 24 post-irradiación), se establece una meseta de supervivencia, que contrasta con la caída continuada de la curva de animales sin protección de aeroiones.

Figura 2
Con ello se demuestra claramente que los aeroiones negativos tienen un efecto protector sobre la mortalidad por irradiación total. Como el efecto de la radiación se debe a la producción de radicales libres (similar a uno de los mecanismos más importantes del envejecimiento), se deduce el efecto protector generalizado que los aeroiones negativos presentan sobre el mecanismo del envejecimiento.

2. Acción preventiva de los aeroines negativos sobre los efectos de la agresividad (Trabajo realizado con el Dr. Jesús Laviana).
Una experiencia totalmente distinta ha consistido en el estudio del efecto de los aeroiones negativos sobre la agresividad, una de las manifestaciones de la situación de estrés. Existen para ello protocolos muy comprobados, ya que se utilizan en farmacología para el estudio experimental de los medicamentos tranquilizantes. Uno de ellos, el denominado «de la rata asesina», fue el que utilizamos en nuestra experiencia.

La técnica consiste en aislar una rata en la oscuridad, en condiciones de limitación de la alimentación, pero con agua «ad libitum» durante seis días; con ello se desarrolla en el animal un estado irreversible de agresividad. Si al finalizar este periodo se introduce en la jaula un ratón, la rata lo mata inmediatamente. Para considerar positiva la prueba, la muerte se debe producir antes de 15 minutos. Hay que hacer notar que la muerte del ratón no se realiza, fundamentalmente, para devorarlo, sino como efecto de la agresividad manifestada por la rata.

La demostración del efecto de los aeroiones negativos se realiza sometiendo a su acción al animal durante los días de encierro y de privación de alimento, y comprobando cual es su conducta cuando se introduce un ratón en su jaula.

El estudio se realizó con 48 ratas; 24 de ellas sometidas al test de la rata asesina, en ausencia de aeroionización negativa, y otras 24 ratas sometidas al mismo test, pero con aeroionización negativa durante todo este periodo. Durante la experiencia murió un animal de cada grupo, por lo que su total se redujo a 23 animales.

La conducta muricida de los animales estudiados fue de:

Conducta muricida de las ratas
Matan al ratón
Mo matan al ratón
Ratas no ionizadas
18
5
Ratas ionizadas
5
18
Los resultados indican claramente que en presencia de la ionizanción negativa, la agresividad de la rata se ha reducido muy significativamente. Hay que indicar, además, que las 5 ratas del grupo no ionizado que no mataron al ratón, mostraron comportamientos agresivos de grado inferior al comportamiento muricida. Las ratas sometidas a ionizacion negativa también mostraron algún grado de agresividad, pero muy por debajo del comportamiento muricida.

Podemos indicar, por tanto, que la aeronización negativa ejerce un efecto moderador sobre las reacciones de agresión que el estrés determina en el organismo, y, por tanto, sobre el propio mecanismo del estrés.

Conclusiones
Las observaciones empíricas indican que la vida en ambientes atmosféricos con normalidad o abundancia de aeroiones negativos es un factor protector del envejecimiento. Los dos estudios experimentales que hemos expuesto indican, el primero, la capacidad de los aeroiones negativos para proteger el organismo de animales de experimentación frente al síndrome general de radiación, originado por la liberación masiva de radicales libres; el segundo, la capacidad de los aeroiones negativos para disminuir o bloquear las reacciones agresivas producidas por el estrés. De modo indirecto podemos considerar que ambos resultados son una demostración del efecto de prevención del envejecimiento que los aeroiones negativos realizan sobre el organismo humano.
Bibliografía
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